Un hormiguero de edificios
levantados en tropel unos encima de otros sin ningún orden ni concierto. Esa
fue Kowloon, en China
En 1947, en la ciudad amurallada de Kowloon vivían 650.000 habitantes por Km2 |
Grecia y Roma lo hicieron, dibujaron los sistemas urbanísticos para
planificar sus ciudades, para poner orden en la entrada de luz y de aire y, por
consiguiente, para ordenar la vida de las personas. En lo militar, el asunto de
la planificación urbanística tuvo su punto artístico. Fuertes militares levantados
como las utópicas ciudades italianas que se enclavaban en las zonas
fronterizas, o no. Por mencionar, el Real Fuerte de la Concepción, pero ese ya
es otro tema.
500 personas en 2,5 hectáreas. No está mal
La ciudad amurallada de Kowloon, en China, como no
podía ser de otra forma, se pensó como fuerte militar. Sus características
formales así lo muestran: más de 2,5 hectáreas recogidas dentro de una especie
de rectángulo amurallado. Lo que viene siendo un fuerte militar de los de toda
la vida. La ciudad fue levantada en el siglo X y evolucionó al libre albedrío anárquico hasta que en 1889 fue cedida
al Imperio Británico.
Normalmente, cuando uno anda guerreando y se anexiona
nuevos territorios, suele preocuparse de sus conquistas. Uno adapta la tierra a
los usos y costumbres propios y pone a su frente alguna cabeza visible para que
coja las riendas de las nuevas posesiones. Pero en Kowloon no existió esa
voluntad. Los británicos a penas pusieron un pie dentro de la ciudad amurallada,
excepto para construir una residencia de
ancianos y unas oficinas municipales; nada más.
El resto se dejó de la mano de dios. Y así estuvo hasta
que en 1933 el gobierno anunciara su intención de meter la pala dentro de
Kowloon. Algo tenían que hacer con sus habitantes, claro, así es que las 500 personas que allí vivían marcharon,
instadas por el gobierno, a iniciar una nueva vida en Hong Kong.
Como sardinas en lata
Pero Japón batalló en la Segunda Guerra Mundial y ya se
sabe cómo terminó aquella contienda. En nuestro caso, Kowloon fue destruida por
los japoneses en 1947, y después recuperada por las autoridades chinas. Sin
embargo, la reconquista no salió como se esperaba y la ciudad de las penumbras
perdió la identidad belicista con la que fue parida para transformarse en una
moderna lucha por la supervivencia
burguesa.
No hubo en ella patrióticos soldados bregando en pro de
la revolución, y tampoco gloriosas construcciones como aquellos fuertes
militares estrellados y fronterizos. Al contrario, Kowloon fue ocupada por
gentes que nada tenían que ver con las alabardas y con las cotas de malla, y sí
con meretrices, papeles de arroz y
otros quebrantos de la ley.
Total, que en algo más de dos años en la ciudad amuralla
se habían construido más de 2.500 chabolas de madera. La barbaridad llega
cuando comparamos la actual densidad de la ciudad más poblada del mundo, Tokio,
con el Kowloon de aquella época: en 1947, en la ciudad amurallada vivían 650.000 habitantes por Km2;
en el Tokio del siglo XXI, son 14.000 habitantes los que ocupan ese kilómetro,
que ya está bien.
Y Kowloon fue evolucionando a lo loco y sin seguir ninguna lógica urbanística, fuese
cual fuese, que gustos en la arquitectura hay millones, como en todo. Pero en
la ciudad amurallada, método no existía. Mucho tenía que envidiar a Çatal Hüyük,
por ejemplo. Aún sin calles y con las puertas en los tejados, la antigua ciudad
de la Turquía anatólia le sacaba años de ventaja.
Así es que en esa evolución, en Kowloon llegaron a
vivir 33.000 personas en 26.000 m2 de edificios levantados en tropel, unos encima de otros sin ningún
orden y concierto. Y como, a pesar de todo, ciudad era, en la amurallada se
abrieron supermercados, peluquerías y toda suerte de negocios que intentaron
hacer la vida más llevadera. También dentistas. Esos proliferaron en aquel
conglomerado de penumbras y chapas por encima de cualquier otro comercio.
Hasta siempre, Kowloon
Y pasó lo que tenía que pasar. El barullo de carnes y
huesos mezclado con hojalata y herrumbre despareció para siempre en el año
1994. Un año de demoliciones que desembocó en otro realojo —con gusto o a la
fuerza— de los habitantes de la ciudad amurallada de Kowloon. Hoy, ese aglutinado
de desórdenes ha dejado paso a un parque típico de las ciudades contemporáneas
que lleva el nombre con el que nació, Parque de la Ciudad Amurallada de
Kowloon.
Autora| Virginia Mota
San Máximo
Imagen| Flickr
Comentarios