El primer autor que vincula a Tartessos con el río
Guadalquivir es Antonio Nebrija, un humanista del siglo XV
El Libro de los
Reyes narra que el rey Salomón manda
cada tres años una flota a Tarsis para aprovisionarse de oro, plata y otros
objetos exóticos. ¿Podemos identificar a Tarsis con Tartessos, el fructuoso
reino del Bajo Guadalquivir? La mayoría de los especialistas coinciden en que
estos nombres son equivalentes y que, por tanto, el Antiguo Testamento testimonia las antiguas relaciones que mantienen los
tartessios con los navegantes semitas, como poco, desde el siglo X a.C.
Otros textos
posteriores, de los siglos VI al IV a.C, de Hecateo de Mileto, Heródoto o Éforo,
confirman la existencia de esta civilización. Avieno, en su Ora marítima, relata que el río
Tartessos rodea a una isla en la que se ubica una ciudad con el mismo nombre.
Son muchos, además, los
que identifican Tartessos con la misteriosa Atlántida de los Diálogos de Platón. En el Timeo, concretamente, el filósofo griego
describe la Atlántida como «una gran
isla, más allá de las columnas de Heracles, rica en recursos mineros y fauna
animal». Aunque esta tesis es poco probable, sí es cierto que se genera un aura de misterio que sólo con
la investigación se puede esclarecer.
El primer
autor que vincula a Tartessos con el río Guadalquivir es Antonio Nebrija, un
humanista del siglo XV. Pero no es hasta el siglo XIX cuando George Bonsor comienza a excavar los yacimientos arqueológicos de Carmona, Cruz del Negro, Cerro del
Trigo o Setefilla. Posteriormente, siguiendo la Ora marítima de Avieno, Adolf
Schulten intenta localizar la capital de Tartessos en las Marismas de Doñana,
ayudado por Bonsor. Sus investigaciones no dan el resultado esperado, pero en
su obra Tartessos deja plasmado todo
el conocimiento que se tiene de esta civilización hasta el momento.
Las fuentes escritas, por otro lado, constatan que la metalurgia
es una actividad fundamental en Tartessos. En 1958, de hecho, aparece casualmente en Camas (Sevilla) un
fantástico tesoro en el cerro de El Carambolo. El hallazgo desvela las
dudas que se tenían sobre la existencia de Tartessos. El profesor Carriazo es el encargado de excavar el
yacimiento y de hacer palpable una civilización que, hasta entonces, sólo
existía en la literatura antigua.
A
raíz de este descubrimiento, se ubica a los tartessios en el sur peninsular y
se le asocian varios yacimientos como el Cabezo de San Pedro (Huelva), Carmona
(Sevilla), La Colina de los Quemados (Córdoba), Cancho Roano (Badajoz), etc. Es
peculiar el caso de la Asta Regia romana, en la localidad gaditana de Mesas de
Asta, en la que su propio nombre hace mención de la monarquía como una posible forma de gobierno. Se hace evidente,
de hecho, en la figura de Argantonio que, según Heródoto, fue el último rey
tartessio.
A partir del siglo VIII
a.C., los fenicios comercian con Tartessos, fundan emporios en las costas del sur peninsular y, sin
duda, aculturan a los nativos. En la actualidad, los investigadores tratan de discernir entre lo tartessio y lo fenicio.
En el caso del yacimiento de El Carambolo, entre otros, todavía se discute sobre
si su fundación es nativa o semita. El tiempo, en definitiva, aclarará las
dudas.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Imagen| ABC
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