El Grito de Munch y la angustia de la humanidad

Analizamos como Munch se expresa con su obra “El Grito”

El Grito de Munch
Paseaba por un sendero con dos amigos -el sol se puso- de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio -sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad- mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.” Esas son las palabras con las que Edvard Munch (Løten, 12 de diciembre de 1863-Skøyen, 23 de enero de 1944) justifica el que sin duda se ha convertido en su cuadro más famoso “El Grito”.

El arte en general y la pintura en particular son un medio de comunicación, ideas emociones y sentimientos pueden ser plasmados a través de manchas de color, los expresionistas concibieron el arte como un medio para expresar mediante el dibujo y el color las emociones profundas y los sentimientos de los autores más que la realidad en sí. Junto al fauvismo fue considerado el primer movimiento de vanguardia y surgió como reacción al impresionismo y los movimientos positivistas y naturalistas a principios del S. XX.

Munch se comparaba a Leonardo Da Vinci diciendo que en el mismo sentido que el artista del renacimiento diseccionaba cuerpos él intentaba diseccionar almas, algo que en cierto modo conseguía. Del Grito existen 4 versiones elaboradas por el autor, la más famosa de las cuales se encuentra en el museo de Oslo, otras dos en el museo Munch y la cuarta pertenece a un particular.

El cuadro fue expuesto por primera vez en 1893, formaba parte de un conjunto de seis piezas titulado Amor, en el que el autor pretendía mostrar las diferentes fases de un enamoramiento hasta llegar a la desesperación de la ruptura final. Fue una obra que tuvo muy buena acogida por parte de la crítica de la época, el arte de Munch fue calificado de demente, sería más tarde el arte nazi el que lo consideraría un arte degenerado y retiró sus cuadras de Alemania.

Quizás “El Grito” es uno de los ejemplos más claros de la atemporalidad del arte, hoy en día cualquiera que se plante ante esa figura andrógina de formas sinuosas (se cree que el modelo puede haber sido una momia andina que había visto Munch en una exposición), que se confunde con el paisaje de ese Oslo al fondo, y se deje inundar por esos colores vivos siente en el fondo de su pecho, esa especie de grito primario y angustioso que emana la obra. No sabemos si grita sólo la figura que preside el cuadro o toda la humanidad a través del paisaje, pero sí que es un grito sordo, angustioso que emana de una zona de profunda oscuridad.

Imagen| Wikipedia

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