Sobre los mercenarios del siglo XXI, los combatientes fuera de la ley
Imagen de mercenarios del siglo XXI |
El
Instituto Heildelberg para la
Investigación de Conflictos Internacionales -HIIK- presenta anualmente un
informe en el que detalla los conflictos bélicos activos. Simon Ellerbock y
Peter Hachemer, autores del estudio, destacan la presencia, cada vez más
importante, de mercenarios en cooperación con los ejércitos regulares, a
través de empresas privadas.
Según
el Derecho Internacional estas empresas son consideradas fuerzas de combate
ilegales y carecen del estatus jurídico propio de los soldados. Diversos
incidentes han provocado malestar en la población civil y en
determinados entes de gobierno, una reacción que no constituye ninguna novedad:
ya los tratadistas militares de Roma opinaron sobre la conveniencia, o no, de
servirse de mercenarios, y dieron así inicio a un debate que prosigue a lo
largo de la Época Moderna y llega hasta nuestros días.
Mercenarios y contratistas hoy
Según
la Convención de Ginebra un mercenario es una persona que: «ha sido reclutada con el fin
de luchar en un conflicto armado; toma parte directa en las hostilidades; tiene
como motivación el beneficio personal y no es ciudadano de ninguna de las
partes en conflicto ni miembro de sus fuerzas armadas». Si un soldado es
capturado adquiere el estatus de prisionero de guerra y queda así
protegido, teóricamente. Por contra un mercenario es considerado un
combatiente fuera de la ley. La naturaleza del mercenario varía: se pueden
encontrar desde individuos reclutados en África Central a cambio de un bol de
arroz al día -por ejemplo en el conflicto libio, luchando a favor del bando de
Muamar el Gadafi-, hasta ex miembros de cuerpos de élite.
Como
en la Italia renacentista, el mercenario se agrupa bajo la infraestructura
de una entidad militar de carácter privado, llamada ahora «empresa proveedora de servicios de
defensa» o «contratista militar», todos ellos nombres que algunos autores, por
ejemplo Jeremy Scahill, autor de Blackwater:
el nacimiento del ejército privado más poderoso del mundo, tildan de
descarado eufemismo. Tal es la eclosión del fenómeno mercenario que incluso el
avispado sector editorial ha creado publicaciones periódicas especializadas en
él, como la revista Soldier of Fortune,
entre otras. Quizá por un tema de imagen, estas empresas no ofrecen
directamente a sus mercenarios sino que prestan «servicios
de seguridad, adiestramiento específico y defensa». Sus actividades se
suelen centrar en zonas de conflicto bélico, por ejemplo durante las recientes
guerras de Afganistán e Irak, y el actual conflicto en Crimea, así como también
en determinadas zonas de América del Sur donde destruyen cultivos de coca.
Estas empresas también se involucran en tareas de seguridad civil, por
ejemplo, en el año 2005 durante la catástrofe del huracán Katrina y, en fecha
reciente, en el contexto del Mundial de fútbol de Brasil.
El
estatus jurídico de dichas empresas es más que dudoso en algunos casos: por una
parte, algunas de sus acciones han ido más allá de las meras tareas de
seguridad y defensa; por otra, países como Estados Unidos, al no ser
signatarios de las convenciones internacionales en las que se define y limita
el uso y contratación de mercenarios, mantienen una peculiar relación con estas
empresas. Legalmente los mercenarios solo pueden acompañar a las fuerzas
armadas del estado contratante, pero no entablar combate directo. Por supuesto
este aspecto resulta difícil de determinar. Para alimentar recelos y complicar
aún más la delicada situación de estas empresas y sus integrantes, Paul Bremer
firma en el año 2004 la Orden número 17 en la que se define el estatus
de los contratistas que trabajan para el gobierno estadounidense: se establece
que ni las empresas ni los individuos que trabajan para ellas están sujetos
a las leyes y regulaciones de las zonas donde actúan, sino a las de los
estados que los contratan, lo que en la práctica les concede una suerte de inmunidad.
El momento actual
En
la primera década del siglo xxi, el mercado de los ejércitos privados
se dispara hasta convertirse en un negocio que mueve más de 100.000 millones
de dólares en todo el mundo. Un informe del Congreso de los Estados Unidos
señala que un 20% de su gasto militar entre los años 2003 y 2007 se empleó en
la contratación de estas empresas, un total de 85.000 millones de dólares. Y no
son solo los gobiernos quienes recurren a estas empresas, sino también
organismos de carácter no estatal como la ONU, hecho que ha generado polémica.
Por un lado, al usar mercenarios, los estados disminuyen el riesgo de sufrir
bajas en sus tropas, pero, por el otro, el empleo de soldados privados
conlleva ciertos dilemas éticos.
El
analista político Carlos Alberto Pereyra Mele señala que no importa quiénes
contraten a las compañías porque estas persiguen solo sus intereses:
«Evidentemente lo ocurrido en las cárceles de Irak, lo que está ocurriendo hoy
en día con la utilización de mercenarios en Siria y en el territorio libio,
demuestra realmente que hay una hipocresía muy grande de las potencias
occidentales cuando hablan por un lado de no combatir y por otro lado contratan
y destinan gigantescas sumas de dinero a que estas empresas sigan funcionando,
y facturando, ininterrumpidamente en estos territorios ocupados».
Las
que siguen son las principales empresas que operan a nivel mundial en este
controvertido sector a día de hoy:
- Academi: conocida anteriormente
como Blackwater es la principal contratista de la que se sirve
Estados Unidos, a través del Pentágono. Hasta 300.000 han sido los
empleados de Academi que recibe, solo en el año 2004, 320 millones
de dólares por sus servicios. Recientemente ha sido comprada por la corporación
Monsanto, un fabricante de productos químicos para la agricultura cuya
diversificación en el ámbito empresarial y la habitual controversia que
despiertan sus acciones, le ha llevado a ganarse el siniestro y pomposo título
de empresa más malvada del planeta.
- CS4: la contratista que cuenta con el
mayor número de efectivos, más de 620.000. Con sede en Reino Unido,
se encarga principalmente de la seguridad de bancos, aeropuertos -a escala
mundial-, protección de prisiones y asentamientos israelíes en Cisjordania. El
gobierno británico contrata en el año 2012 a CS4 para que gestione la
seguridad de los Juegos Olímpicos de Londres.
- Defion International: con sede en Perú,
recluta principalmente a mercenarios latinoamericanos. Su radio de acción se
extiende hasta los Emiratos Árabes e Irak. Durante el reciente conflicto, envía
a 3.000 de sus efectivos a Bagdad.
- Aegis Defense Services: presta servicio en 40
países y entre sus clientes encontramos hasta a 20 estados además de la
ONU. Con 5.000 efectivos, tiene sede en Estados Unidos, Afganistán,
Bahréin e Irak.
- Triple Canopy: creada por veteranos de
las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos, su principal actividad
consiste en la protección de instalaciones nucleares en todo el mundo.
En el año 2009, consigue la totalidad de los contratos del Pentágono, por un
valor total de 1.500 millones de dólares, cuando este tiene que prescindir del
anterior contratista, Academi, que se encuentra bajo investigación.
- Dyn Corp: con 30.000 empleados,
dispone incluso de fuerzas aéreas propias. Tras la retirada de las
tropas estadounidenses de Irak, son sus miembros quienes asumen gran parte de
sus funciones, por las que perciben un total de 3.400 millones de dólares al
año. En 2003, la Computer Sciences Corporation compra Dyn Corp por
casi mil millones de dólares. En la actualidad cotiza en bolsa.
- Unity Resources Group: con 15 oficinas en
todo el mundo, tres de ellas en Irak, despliega a sus efectivos a medida que se
retiran las tropas de las coaliciones internacionales.
Todas
estas empresas necesitan personal con un perfil muy específico: un alto
grado de entrenamiento militar y conocimientos de combate y manejo de
armas. Por ello se nutren de antiguos soldados de élite. El aliciente
del elevado salario que ofrecen hace que muchos cuerpos, como los SAS
británicos, los Boinas Verdes norteamericanos y los JTF-2
canadienses, hayan visto muy reducido su número de efectivos. Así se comprende
que, por citar un ejemplo, en el contexto de la operación Libertad Duradera,
se encuentren apoyando a Estados Unidos en Afganistán hasta 104.000 efectivos
de distintos contratistas privados.
Autor| Roger Mesegué Gil
Vía| Roger Mesegué Gil
Imagen| Wikimedia
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