Antes
de la invención de la imprenta había poco acceso a la palabra escrita, hoy
podemos contemplar esos textos gracias a los facsímiles
La Biblia de Gutenberg en versión facsímil |
En el año 2016, es
normal poder leer un libro, un texto o un periódico ya no solo en papel, sino también electrónicamente. Esto hace que nos olvidemos, en muchos casos, del origen de
este bien.
Estamos
hablando de las primeras oportunidades que tuvo el ser humano de poder acceder
a la palabra escrita en cualquier lugar del mundo, siendo la invención de la
imprenta la que nos ayudó a tener este privilegio.
Lo raro, hoy en día, es
no tener libros en casa, de cualquier clase o tipo. Aunque las nuevas
tecnologías hacen que se lean de forma
digital muy plácidamente. Desde la aparición de la impresión moderna lo vemos
como algo tan común que olvidamos que en otra época era todo un privilegio.
Johannes
Gutenberg fue el inventor de la imprenta moderna. Gracias a unos préstamos, se aventuró
a intentar reproducir textos de una manera más rápida de la que se hacía hasta
el momento. Estamos hablando del año 1450, cuando poseer un libro requería, en
primer lugar, poder pagarlo y, en segundo lugar, esperar en algunos casos años,
ya que realización de estos era manos
página a página, reproduciendo verdaderas obras de arte. Los copistas, en su
mayoría, eran monjes o clérigos.
Gutenberg llegó a
realizar menos de 200 copias en dos años. Fue de la Biblia, el incunable más famoso de la historia. Estaba impreso a 42 líneas.
Esto es nada más y nada menos que las líneas que encontramos a dos columnas en
una sola página. De estas solo se tiene contabilizadas hoy en día 41, una de
ellas en nuestro país, en Burgos, en la
Biblioteca Pública de esta ciudad. Estas primeras reproducciones eran
terminadas a mano, realizando las letras capitulares y viñetas.
Desde ese momento será
toda una expansión lo que sufra el mundo por parte de textos, impresos y
escritos de todas clases. Con los años, como ya hemos comentado, el poder tener
acceso a la palabra escrita es algo tan común que no podemos ni imaginar un
mundo sin ellas.
Una regresión a las
obras de arte realizadas antes de la imprenta son los facsímiles que, según la
RAE, son “perfectas imitación o
reproducción de una firma, de un escrito, de un dibujo, de una impresión, etc.”.
Dentro de estas
reproducciones hay dos grupos:
1. Los Incunables, o aquellas obras escritas anteriores al 1500
2. Los libros antiguos, escritos a partir del 1501
Hoy en día podemos
encontrar imprentas que se dedican a la reproducción de libros de estas características,
algunos únicos en el mundo. Ejemplares que son reproducidos con las particularidades
del original y que, en muchos casos, son la única forma de poder acceder a
ellos. Desde libros médicos, misales, atlas, tratados de arquitectura, de caza
y pesca, etc. Hay una gran variedad, eso sí, no son para todos los bolsillos.
Un caso curioso es la
reproducción de Las muy ricas Horas de
Juana I de Castilla. Destacamos este escrito porque es un pequeño libro
pero de unas características increíbles. El original es una obra realizada en vitela,
un tipo de pergamino de una piel muy fina y flexible procedente de un becerro
muy joven, con 844 miniaturas iluminadas con oro por Rogier van der Weyden.
Esta obra de arte,
realizada para las manos de una reina, que hoy en día sería imposible poder
contemplar por su estado de conservación (se encuentra en la British Library de
Londres), podríamos tenerla en casa y apreciarla gracias a la reproducción en
facsímil.
Estas copias están
realizadas, en teoría, con las mismas manchas, roturas, materiales y hasta
joyas que algunas llevan. Es el culmen de la reproducción escrita.
Merece la pena recordar
que hubo un día en el que la palabra escrita era “oro”.
Autora| Marina Sáez Fernández
Imagen| Beevoz, Ediciones Patrimonio
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