La lista
de libros que pueden ayudarte en tus tropiezos como historiador y humanista
En esta lista no vas a encontrar grandes
manuales de referencia. Estos ya los conoces -o deberías- así que no tiene
sentido ponerlos en esta lista.
Esta lista es totalmente subjetiva: se
trata de libros que me han ayudado, y siguen haciéndolo, en mis tropiezos como
historiador y humanista. Algunas veces los he recomendado y han sido útiles,
otras veces no han funcionado como esperaba. Son recursos, apoyos
en los que puedes encontrar herramientas y que pueden resultar útiles.
El Príncipe, Elogio de la locura,
Utopía, Breviario de los políticos…
Has escuchado estos títulos alguna vez; hasta
puede que les hayas echado un ojo. Pongo estos como ejemplo, pero seguro que
conoces otros similares de tu época favorita. No deben ser tomados como un
manual de historia, ni por una fuente fidedigna al cien por cien; a veces no
dicen ni pío sobre su tiempo.
Pero siguiendo lo que un profesor de la
facultad dijo el primer día de clase: «No podéis ir pensando que solo sois
historiadores; tenéis que comprender que sois humanistas», y ahora creo que
tenía razón.
Por supuesto que respecto a mi especialidad
tengo que leer sobre la Reforma, las
relaciones internacionales, la Guerra de
los Treinta Años, y el Despotismo
Ilustrado; es fundamental. Y también creo que lo es leer a quiénes vivieron
en una época concreta y tuvieron algo que decir, que nos dejaron sus palabras
como legado. A veces lo dicen entre líneas, a veces lo camuflan como ficción.
Pero son siempre unas referencias estupendas para ver un poco más allá.
Con la bibliografía, aprendes. Con este tipo
de libros, comprendes.
La
lógica de la investigación científica, de Karl Popper.
¿Este libro aquí, en letras? Quizá lo recuerdes las clases de filosofía en BUP. Y si
eres de los que crees que ciencias y letras son opuestas y no tienen
nada que aprender las unas de las otras… Lo siento, pero andas equivocado.
Este libro sintetiza la base del pensamiento científico, el método de
trabajo correcto para sustentar -o invalidar- cualquier teoría.
¿No lo ves claro? Aquí va un ejemplo. Hace
poco una amiga me dejó echarle un vistazo a un trabajo que está haciendo: la
reconstrucción de su ciudad en el siglo XVIII. Trabajo de archivo, planimetría,
registro de documentación eclesiástica y notarial… Ya te haces la idea. En
algún lugar desconocido, y según la tradición
popular se sitúa un castillo, del que todos hablan, pero del que no hay
rastro alguno por mucho que se busque. Más un mito que una realidad. Finalmente
encontró una memoria de intervención arqueológica reciente: en esta el director
asegura haber encontrado el castillo, basándose en un único muro de unos tres
metros de largo, por uno cincuenta de alto en el que hay tres aspilleras. Y ya
está. De este hallazgo se concluye la existencia de un castillo del que,
insisto, no hay ninguna mención escrita en ninguna parte.
Aquí entra Popper y La lógica de la investigación científica. Según explica el autor
este razonamiento sobre el muro y el castillo es un error. Y de los gordos.
Sería algo tipo: «Todo muro con aspilleras forma parte de un castillo». Y
sabemos que no es así. El razonamiento correcto es «Todo castillo tiene muros
con aspilleras, pero no todos los muros con aspilleras forman parte de un
castillo». Y tenemos pruebas a montones: desde masías fortificadas, hasta
torres de vigilancia o monasterios amurallados, que en ningún caso son un
castillo, ni tampoco forman parte de uno.
Durante diez años he trabajado en el sector
de la arqueología, y conozco el percal. Sé que a muchos arqueólogos les pueden
los laureles de la gloria por haber encontrado tal cosa o la otra. Y sé también
que los hay que son unos incompetentes de cuidado. Y no sé en qué categoría
poner al individuo que dictamina por un muro, el hallazgo de un castillo más
fantasmagórico que real. Es un error tremendo, sea consciente o pura
ignorancia.
No podemos llevar las evidencias hacia donde
mejor nos convengan. No si queremos proclamar luego el rigor y la validez de
nuestro trabajo. Al menos el señor Popper nos enseña a vapulear a base de bien
nuestras teorías. Y las podemos dejar KO.
Pero también las podemos hacer duras de
pelar.
Allegro ma non troppo, de Carlo Maria Cipolla.
Lo puedes leer en media mañana o media tarde
y estar riendo durante días. El autor, historiador economista, nos presenta dos
pequeños ensayos; en el primero de ellos se luce con el mejor ejemplo de
burla e ironía sobre los más alocados estudios y teorías sobre la Historia.
En El papel de las especias (y de la
pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media, Cipolla parodia distintos estudios
basándose en el aspecto determinante que tuvo la pimienta en la Europa
medieval, inventando relaciones causa-efecto mediante absurdos encadenamientos
de ideas trasnochadas: la primera es el supuesto poder afrodisíaco de la
pimienta que estimula el aumento de la población y, como efecto, las Cruzadas.
Básicamente no deja títere sin cabeza; no para de abofetear -con humor y
sutilidad- los peores ejemplos del mal pensamiento científico y crítico.
Además de entretenimiento te sirve para
reflexionar sobre tu propio trabajo. Piensas: ¿se reiría de mí también? En
este sentido te ayuda a estar atento a tus palabras y razonamientos. No es
Popper, pero desde luego es muy útil. Y de paso demuestra que no hace falta
parir ladrillos aburridos para enseñar.
Historia virtual: ¿Qué hubiera pasado
si…?, de
Niall Ferguson y otros.
Bajo la premisa ¿qué hubiera pasado si…? varios especialistas en distintas épocas y
áreas de la Historia se lanzaron a este experimento. Acuñaron el término historia contrafactual, alterna
o virtual.
Según Niall Ferguson, el editor de la obra, este método es válido como estudio
de la Historia, aunque obviamente las críticas a este planteamiento se centran
en considerar la historia contrafactual una
ficción, literatura fantástica o ciencia ficción; solo un conjunto de
especulaciones que distan de ser un estudio académico solvente.
El problema viene,
y lo interesante según lo entiendo yo, en las premisas a partir de las que
partir en estas exploraciones de otra
Historia. En esta obra solo dos autores actúan con rigor: Santos Juliá Diaz
y Michael Burleigh en sus respectivos trabajos ¿Qué hubiera pasado sin la rebelión militar de julio de 1936? y La Europa nazi: ¿Qué hubiera pasado si la
Alemania nazi hubiera derrotado a la Unión Soviética?. Cuando
hablo de rigor en estos artículos, me refiero a la documentación que usan ambos
autores para tejer su relato; se basan en los planes y los proyectos de
la República y el Tercer Reich de los que se tiene constancia y que, por
circunstancias bien conocidas, no se llevaron a la práctica. En cambio el resto
de los autores pasan de estas herramientas, de este respaldo, y se lanzan a la
elaboración de relatos descabellados. Casi, casi, podrían empezar todos con esa
frase de «Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana»…
Una cosa es hacer una trampa a la Historia,
hilando un futuro que no existe, pero basándose en algo tangible y real. Otra
cosa distinta es dejarse llevar por el entusiasmo y derrapar hasta en los
tramos rectos, dando lugar a un relato absurdo. Una cosa debe reconocerse: lo
que algunos autores, supuestamente serios y consagrados, son capaces de hacer
por un cheque. Otra advertencia, como con Popper y Cipolla: aunque te paguen,
vigila por tu prestigio e integridad.
Un mundo feliz, 1984, Fahrenheit 451, V de
Vendetta, El hombre en el castillo…
Estos títulos, de
entre otros, son distopías. El
término se basa en Utopía, de Tomás
Moro, que significa «un buen lugar», un lugar imaginario e ideal; sin embargo aquí
se retuerce hacia lo negativo, dando lugar a un sitio de pesadilla, algo
indeseable y que ataca los defectos de una sociedad futura.
Esto sí es ficción.
Y no se esconde ello; a diferencia de la ya mencionada Historia virtual, la distopía
se deja llevar por una historia irreal para describir los estados políticos,
las sociedades posibles y el mundo que algunos acontecimientos pueden hacer
llegar. Su único punto real es basarse en una tendencia posible y llevarlo
luego hacia un punto indeseable. No pretenden ser una profecía, ni una historia ficción segura estilo ¿Qué hubiera pasado si…?.
Solo pretenden advertirnos de lo que puede llegar a suceder si ciertas
tendencias no se frenan y consiguen establecerse. Quieren mostrarnos su visión
sobre el peor de los mundos posibles.
Y esta es la utilidad que tienen: por mucha
simpatía que tengas sobre una tendencia, recuerda que todo ideal siempre se
puede trastocar y terminar en el peor fin imaginable. Toma el ejemplo de los anabaptistas: aunque su lema -Omnia sunt communia- y
sus ideas te puedan resultar atractivos, recuerda cómo les fue en Münster.
Historia
de la incompetencia militar, de Geoffrey Regan.
Lo sé: demasiado
específico. Pero ya he dicho que no pretendo meter en esta lista ningún manual
de referencia. ¿Entonces? Es una joya de libro; está magistralmente escrito.
Este libro se
divide en dos partes: el planteamiento de qué es la incompetencia y un segundo apartado en el que muestra ejemplos
prácticos. Sobre la incompetencia Regan analiza uno a uno todos los pros y los
contras, cada aspecto y matiz sobre esta. De cada caso aporta un ejemplo y lo
contextualiza, desgrana cada uno de ellos; nos define cada causa de la
incompetencia y su efecto. Además lo hace de manera que nos permite aplicar su
método en cualquier otro aspecto que queramos analizar: no solo podemos
aplicarlo al tema militar, sino a cualquier otro. Sobre la segunda parte, los
ejemplos descritos detalladamente, ahonda aún más y expone cada idea y cada
movimiento, destacando dónde se encuentra el error.
Además de permitirnos usar esta herramienta,
Regan sabe muy bien no solo escribir, sino comunicar. A priori el título puede
intimidar, pero sé de gente que poco o nada sabe de Historia, y menos aún de
historia militar, y que lo ha leído -y comprendido- sin perderse. Y es que
Regan escribe con rigor y método para todos los públicos, no solo para
historiadores, un error que cometemos con frecuencia en nuestros trabajos.
La ventaja de este libro es doble: aprendes
una herramienta y aprendes a comunicar.
Using
history, Jeremy Black.
Es el autor de unos
noventa libros, principalmente sobre la política británica durante el siglo
XVIII y sus relaciones internacionales, así como por su intervención en el
debate sobre la Revolución Militar y
su significado. Por esto se ha labrado la reputación de ser «el
erudito en Historia más prolífico de nuestra época».
En Using
history -no hay ninguna traducción-, Black da un giro en su temática
habitual y nos ofrece sus reflexiones sobre la Historia, en concreto sobre el
uso fuera del mundo académico que se hace de ella. En los distintos capítulos
analiza qué beneficios obtienen los estados, el sector privado y qué motivos
les llevan a un uso concreto del pasado. Además analiza y diferencia este uso
interesado de la Historia en distintos ambientes, como Europa Occidental y los
Estados Unidos, el Tercer Mundo y los estados comunistas y totalitarios.
No dice nada que ignoremos: que la política
establezca una visión determinada de la Historia no es nada nuevo, ni tampoco
sorprendente. Lo que nos hace patente son las maniobras para cimentar esta
práctica y que nos pueden pasar desapercibidas. Y para que evitemos las trampas
en que podemos caer.
Como él dice:
«To travel round the world is to be reminded of the very public presence of
history, of the past as issue and identity. Yet this is widely underrated. The
main reason for the discrepancy is the contrast between the ethos and methods
that are central to the modern notion of scholarship that focus on questions,
and history as it is appropriated and used by the state, the media, and the
national collective memory in which the emphasis is on simplistic answers.
Rather than seeing academics as the drivers of historical assessments, the
central claim of this study is that developments in the public usage of history
are crucial to the understanding of the past, and that these developments stem
largely from political pressures».
Autor| Roger Mesegué
Gil
Vía| Roger Mesegué
Gil
Imagen| Libros
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