La Villa Adriana fue construida en una finca propiedad de Sabina, la esposa del emperador Adriano
Imagen del Canopo de la Villa Adriana, que imitaba la villa egipcia de Canopus, un lugar de recreo cercano a Alejandría |
Tras su ascenso al
poder, Adriano aprovechó una finca que
su mujer Sabina poseía, a unos cuatro kilómetros de Tivur, para ejecutar una de sus grandes obras arquitectónicas. El emperador
romano quiso realizar su sueño como
arquitecto y allí existía una villa desde el siglo I a. C. Se trataba de unas amplias
extensiones de terreno donde Adriano se encargó de realizar un grandioso conjunto
arquitectónico de palacios, termas, teatros, pórticos, bibliotecas, peristilos,
canales y fuentes, cuyas importantes construcciones constituirían la fabulosa villa que el emperador mandó construir al pie del monte Ripoli.
Un total de cincuenta y
seis hectáreas construidas en poco más de diez años, la más hermosa villa creada de toda la historia de Roma. Adriano
diseñó, por sí mismo, algunas de las partes de la villa, a las que dio los
nombres de regiones y de lugares célebres como los Liceos, Academia, Pritaneo,
Canopo, Tempe e, incluso, Infierno.
Más que una Villa,
Adriano construyó una ciudad en
miniatura. Aprovechó las irregularidades del terreno, trazó una verdadera
mini ciudad de planta asimétrica, organizada en dos ejes convergentes, y con más
de un kilómetro de longitud por
quinientos metros de anchura. El emperador fue colocando todo tipo de
edificios unidos entre sí por avenidas, plazas y pórticos, aprovechando las
igualdades del terreno con terrazas escalonadas y jardines.
De este modo, el
Emperador Adriano creó la Villa Adriana
con una arquitectura a la griega y a lo oriental. En los primeros años de
su mandato, mandó construir las dos bibliotecas (griega y latina) y el teatro
marítimo, un palacio en miniatura situado en una isla artificial y rodeado de
un pórtico circular de 43 metros de diámetro, un par de puentes giratorios que permitían
mantener la intimidad al dueño de la casa con habitaciones en el interior,
alrededor de un pequeño jardín, y una fuente. Al lado del Teatro Marino se encontraba
la sala de los Filósofos, una amplia habitación con nichos para las diferentes
esculturas, unas termas, varios pabellones, un edificio con tres ábsides y
repleto de columnatas, todos unidos por un atrio dórico. Las diferentes alturas
de los edificios permitieron realizar en sus cubiertas cúpulas, semicúpulas,
bóvedas y lunetos.
En el extremo norte del
conjunto, se edificaron dos teatros,
uno griego y otro latino, este último hoy desaparecido. Al este se extendía un
gran patio cuadrado con 68 columnas, hoy en día solo quedan las basas. Y al
norte de la Villa se extendían los jardines y bosques naturales.
Todas las estancias de la Villa estaban decoradas
con frescos, con estucos y con mosaicos, como el que decoraba una de las
habitaciones conocido como el de las palomas bebiendo en una fuente, que era una
copia de un mosaico original helenístico.
Al regreso de unos de
sus viajes, Adriano inauguró en el año 125 la villa con una majestuosa fiesta. Después
construyó el Vestíbulo, la Academia, el Ordeón y la residencia de invitados. En
el 132, a la vuelta de un viaje a Egipto,
realizó su última obra, el Canopo. Adriano acondicionó el valle sudoeste
con un amplio lago-canal, de 220 metros de largo por 80 metros de ancho, rodeado
de pórticos y columnas. Al fondo se alzaba el llamado Serapeum, un edificio cubierto con una bóveda de lunetos que servía
para alojar un inmenso triclinio en
cueva. Situadas entre la fachada y las columnas que rodeaban el canal, las embarcaciones podían contemplar un gran
número de estatuas, muchas de ellas copias de las originales de griegos,
como las Cariátides del Erecteion o las Amazonas de Éfeso. Adriano quiso hacer de
su Villa una especie de museo, pero la pudo disfrutar muy poco tiempo porque falleció
en el año 138.
Autora| Ingrid Medrano
Cortés
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