Cartago debe de ser destruida
Aníbal, conocido también como el Rayo de Cartago, prefirió envenenarse
que caer prisionero y acabar desfilando, sin ningún tipo de dignidad, por las
calles de Roma. Para muchos
historiadores es considerado el mayor general que ha proporcionado la
Historia.
Después de su muerte, un nuevo problema se
cernía sobre los cartagineses y es
que, para los romanos, el simple hecho de que los cartagineses prosperasen era
una afrenta que, de ningún modo, estuvieron dispuestos a tolerar.
Marco
Poncio Catón, en aquella época senador, inició una intensa campaña
contra los cartagineses y su voz retumbó en el senado romano: "Cartago debe
de ser destruida".
Al poco tiempo, Cartago fue hostigada y un
tratado que les negaba hacer la guerra sin el consentimiento de Roma les
impidió defenderse.
Al final, los cartagineses no pudieron soportar
más la represión de Masinisa y
optaron por defenderse. Roma, viendo como Cartago no había respetado el
tratado, encontró la escusa perfecta y le declaró la guerra. Los cartagineses
retrocedieron ante Roma y negociaron la paz a costa de 300 jóvenes rehenes. Los romanos cogieron a los
rehenes y destruyeron toda la flota de los cartagineses, que se encontraba en el
puerto.
No conformes con esto, los romanos les exigieron, como no podían
hacer la guerra sin su consentimiento, que les entregaran las armas y que
abandonaran la ciudad. Los cartagineses a la segunda petición se negaron y al
final decidieron rebelarse. Los templos fueron convertidos en improvisados talleres
para fabricar armas y las mujeres donaron sus cabellos para hacer las cuerdas
de los arcos. Los romanos decidieron sitiar Cartago y ni Catón ni Masinisa
pudieron ver destruida la ciudad, murieron antes.
Autor| Antonio Pascual García
Imagen| Historias de la historia
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