Jesús
atravesó una de las puertas de las murallas de Jerusalén montado en un asno y
deseando la paz a todos
Entrada triunfal de de Jesús de Nazaret en Jerusalén. Grabado de Hans Collaert (ca. 1530 - 1580) |
En la entrada
anterior analizamos la madurez
de Jesús, desde un punto de vista arqueológico, y acabamos reseñando que, en la pascua del año 30, él decidió peregrinar
a Jerusalén acompañado de sus discípulos. La fecha, por un lado, era la más
apropiada porque se congregaban en la ciudad santa cerca de cien mil peregrinos
pero, por otro lado, el momento era el más peligroso porque las autoridades
extremaban las precauciones ante cualquier disturbio.
Jesús
atravesó una de las puertas de las murallas de Jerusalén montado en un asno y deseando la paz a todos. Los
evangelistas, con toda seguridad, han elaboraron este hecho teológicamente
hasta convertirlo en una entrada triunfal del Mesías en la ciudad santa judía,
pero ¿es posible que se tratara simplemente de una sátira o burla de las
entradas triunfales de los romanos en las urbes? En opinión de Crossan, el
propio acto de entrada “antitriunfal” pudo bastar para ejecutarlo.
Lo cierto es que,
en la actualidad, se puede reconstruir la Jerusalén que pisó Jesús gracias a
los textos y los restos que se conservan. La arqueología nos desvela que la Jerusalén del siglo I estaba
amurallada y que, de
norte a sur, tenía un aspecto alargado. El recinto fortificado resguardaba a
toda una infinidad de casas, que podían ser más o menos altas, amplias o
suntuosas, dependiendo del estatus económico y social de su morador. Sobre este
enjambre cuasi homogéneo destacaban una
serie de edificios de mayor envergadura que, en muchos casos, fueron obra de Herodes
el Grande (37-4
a.C.).
En este conjunto
más monumental, centrándonos sólo en los edificios relacionados con la presencia
de Jesús en Jerusalén, embelleció y agrandó el Templo, erigió la torre Antonia
y construyó el palacio de Herodes.
El
Templo, el gran centro religioso y espiritual
hebraico, estaba en obras
en esa época y, de hecho, no se concluiría hasta cerca del año 64 d.C. Jesús,
sin embargo, pudo observar el gran lujo de su ornato, su descomunal envergadura
y, sobre todo, la impresionante plataforma que ampliaba el monte Moria, la más
grande del Imperio Romano. Este gran podium estaba pavimentado y se
sustentaba por un complejo sistema de muros, relleno y bóvedas que aún se puede
ver o intuir. El famoso “muro de las
lamentaciones” es uno de los hitos que aún se conservan del conjunto, junto
a una rampa de acceso y a parte del podium.
Sobre la plataforma se asentó la explanada de los gentiles, los atrios y el
templo propiamente dicho.
Los evangelios
narran que Jesús fue al Templo y, una
vez dentro, protagonizó una peligrosa escena al comprobar que el mercado
había corrompido un lugar que debía ser sólo de culto a Dios. Encolerizado, en
la gran plataforma, volcó las mesas de los cambistas, tiró los puestos de los vendedores
de palomas y expulsó a los vendedores y compradores. Puede parecer un gesto modesto,
pero estaba cargado de una gran fuerza. Atacar
el Templo era pinchar justo en el corazón del pueblo judío. Cualquier acometida
contra el santo lugar era una ofensa peligrosa e intolerable para sus
dirigentes y, en general, para todos los hebreos.
Por otro
lado, Herodes también levantó la torre Antonia, en una zona aledaña al
Templo, sobre la antigua fortaleza
de los Macabeos. En la actualidad, la construcción
no se conserva, tan sólo
se aprecia la base rocosa sobre la que se apoyaba. Sabemos, así, su
posición contigua al templo, al norte, para vigilarlo y dominarlo. Lo cierto,
no obstante, es que no sabemos seguro si Jesús estuvo allí durante su proceso
de muerte, ni se puede afirmar con convicción si la fortaleza contuvo alguna guarnición
romana para el control del santuario durante las fiestas. Lo único cierto es que
la torre fue destruida, más avanzado el siglo I, durante la guerra judía.
Por último, el Palacio de Herodes, que sobresalía en el monte Sión, estaba
cerca de la muralla oeste y próximo a tres
grandes torres herodianas. El edificio fue el gran centro gubernamental
de Herodes aunque, en tiempos de Jesús,
se usaba como pretorio o residencia oficial de
Poncio Pilato.
Roma conocía bien el peligro de la fiesta de la pascua y desplazó a Jerusalén a
Pilato para que reforzara la guarnición de la torre Antonia y para que cortara
de raíz cualquier acción subversiva que pudiera contagiar a la masa de
peregrinos. Allí, en el pretorio, sí estuvo Jesús durante el litigio.
Tras los
acontecimientos del Templo, Pilato toma conciencia
del peligro que representa Jesús para el orden público. Su persona atraía a
las masas y su mensaje del “reino de Dios” iba contra la idea de la Roma imperial.
Como se verá en la
última entrada de esta serie, Jesús
murió ejecutado en el monte Gólgota o Calvario, a las afueras de Jerusalén,
por órdenes de Pilato, condenado por insurrección contra el Imperio romano.
Autor| José Antonio Cabezas
Vigara
Vía|
CROSSAN J. D. y REED J. L., Jesús desenterrado. Barcelona, Crítica, 2007
Imagen| Adarve
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