El debate sobre la medicalización de la Mutilación Genital Femenina
Campaña contra la MGF |
En la publicación anterior
hablamos sobre la MGF, por lo que en la presente entrada profundizaremos algo más en esta práctica, centrándonos en la cuestión
de la medicalización. Si bien es cierto que la existencia de la mutilación
genital femenina es bien conocida, parece que el debate sobre la pertinencia de
su medicalización no ha llegado al gran público. Ahora bien, ¿a qué nos
referimos exactamente con la medicalización de la MGF? Este concepto hace
referencia a situaciones en las que la
MGF es practicada por personal sanitario acreditado, tanto en clínicas privadas
como en públicas, tanto en el hogar, como en cualquier otro espacio. Al parecer
este es un fenómeno en auge,
especialmente en Egipto, y el personal sanitario se está sumando a los
“circuncidadores tradicionales”. Sin embargo, según la Declaración del Helsinki
(1964) de la World Medical Association los
profesionales de la salud que realicen la MGF estarían incumpliendo los
Derechos Humanos, el derecho a la integridad física, el derecho a la salud y
estarían violando el principio médico ético de “no dañar”.
El argumento a favor de la medicalización
hace referencia al hecho de que esta
práctica no va a desaparecer de la noche a la mañana y que, de una forma u
otra se va a seguir practicando. Por ello, los defensores de la medicalización
encuentran positivo atenuar algunos de los efectos que la realización de esta
práctica en condiciones de insalubridad conlleva, usando material esterilizado para evitar las hemorragias y las
infecciones a corto plazo y anestesia para evitar el shock por el dolor extremo, principalmente. Si bien realizar esta intervención
con material esterilizado y anestesia ahorraría parte del sufrimiento y de las
consecuencias infecciosas, lo cierto es que hay otras consecuencias insalvables como: retención de orina, infecciones
urinarias recurrentes, piedras en la vejiga, incontinencia urinaria,
enfermedades inflamatorias de la pelvis, hematocolpos, hematometra y riesgo de
complicaciones en el parto entre otras (Confederación Nacional Mujeres en
Igualdad, 2014).
En cuanto a los argumentos en contra podemos encontrar tres, principalmente. El primero haría
referencia al hecho de que la
participación de personal sanitario reforzaría la reproducción de la práctica
debido al capital simbólico que estos profesionales portan. El segundo
argumento toma el hecho que hemos señalado anteriormente, la realización por
parte de personal sanitario de esta práctica implica la violación del principio ético básico del personal sanitario de “no
dañar”. El tercer argumento señala algo realmente inquietante y es que, las MGF realizadas con anestesia por
personal sanitario pueden y suelen ser incluso más severas ya que, al estar
la niña inconsciente, no se revolvería y sería mucho más fácil remover mayor cantidad de tejido genital. Con todo esto,
el Parlamento Europeo publicó una Resolución el 24 de marzo de 2009
(2008/2071(INI)) en la que, en su punto 25, insta a rechazar la medicalización
de la MGF ya que no haría sino aceptar y justificar la práctica.
Es importante señalar también que está en auge el discurso academicista occidental que,
de manera muy desafortunada en algunos casos, pretende quitar importancia al problema de la MGF. Algunos, como La
Barbera (2010), llegando a afirmar que las vaginoplastias occidentales apenas
se diferencian de la MGF o que es más bien una diferencia semántica (abogan por el no uso de la palabra “mutilación”,
porque resulta ofensivo y/o violento). Si bien es cierto que la reflexión es pertinente y necesaria,
también hay que decir que sus argumentaciones, generalmente, falsean e invisibilizan u omiten elementos muy importantes de la
problemática. Por otro lado, si el problema con el concepto “mutilación” es
que resulta “violento”, entonces no es un problema, porque refleja la realidad,
precisamente, violenta de la práctica. Pero dejemos a un lado los problemas
expiatorios “post-todo” de la academia occidental para preguntarnos por lo que
aquí importa: Teniendo en cuenta que la
MGF se sigue practicando pese a las prohibiciones y condenas, ¿es pertinente
medicalizarla para evitar daños a corto plazo? ¿Es aún más peligroso que se
medicalice porque será más difícil ponerle fin? ¿Se debe encarcelar al
personal sanitario que practique la MGF?
Referencias
Amnistía Internacional (1998) La mutilación genital femenina y los
Derechos Humanos: Infibulación, escisión y otras prácticas cruentas de
iniciación. Madrid: Los libros de la catarata (coedición).
García Bueno, M.P. (2014) Manual de prevención de la mutilación
genital femenina. Buenas prácticas. Madrid: Editado por Confederación
Nacional de Mujeres en Igualdad.
La Barbera, Maria Caterina (2010)
"Intervenciones sobre los genitales femeninos: Entre el bisturí y
el cuchillo ritual" en Revista de Dialectología y Tradiciones
Populares vol. LXV, nº2, pp. 465-488,
julio-diciembre 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN:
1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.16.
Organización
Mundial de la Salud (2013) Comprender y abordar la violencia contra las
mujeres. Mutilación genital femenina. Washington, DC.
Resolución
del 29 de marzo de 2009 del Parlamento Europeo
World Health Organization (2010) Global strategy to stop health-care providers from performing female
genital mutilation UNFPA, UNICEF, UNHCR, UNIFEM, WHO, FIGO, ICN, IOM, WCPT,
WMA, MWIA.
Autora| Diana
S. Díaz-Valdés Teran
Vía| Ver referencias en el texto
Imagen| Wikipedia
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