El
nazareno tomó Cafarnaún como punto estratégico de su predicación y se hospedó en
la casa de Pedro, un humilde pescador
Embarcación que se exhibe en el Museo de la Barca del Siglo I, data de la época de Cristo y fue descubierta a orillas del mar de Galilea |
En una entrada anterior indagamos en el
contexto arqueológico que nos ayuda a desvelar la adolescencia
de Jesús y analizamos algunos de los hitos arqueológicos que caracterizaron
la cultura judía galilea de su tiempo. Sin embargo, no se nombró ningún templo ya
que los judíos no los construían, ni tampoco daban culto a imágenes de dioses. A Yahvé solo se le podía adorar en el
templo santo de Jerusalén y todos los judíos del mundo debían acudir allí
en peregrinación.
En la cultura hebraica que respiró
Jesús, el sábado se interrumpía el trabajo. El sabbat era el día sagrado
judío, se descansaba y se reunían en la sinagoga. Las asambleas (synagogai), en el siglo I, podían
celebrarse en las plazas de las aldeas galileas, en el patio de alguna casa o,
en los poblados mayores, en un espacio habilitado para ello. Por tanto,
exceptuando poblaciones como Magdala-Tariquea, Gamla o Cafarnaún,
la arqueología no siempre detecta la
construcción de la sinagoga en los yacimientos.
Sabemos que Jesús,
posiblemente, no tuvo esposa ni hijos. Pudo gozar de una mayor libertad para
llevar una vida itinerante. De hecho, en un determinado momento, Jesús dejó Nazaret y se acercó a Juan el Bautista. Escuchó su llamada a la conversión y se hizo
bautizar por él en las aguas del río Jordán. Ya no volvería con su familia.
El entusiasmo del pueblo por un nuevo
orden de cosas suele inquietar a los gobernantes, así que Herodes Antipas
terminó ejecutando al Bautista. Jesús, sin embargo, no abandonó la esperanza de
cambio y se radicalizó con su nuevo proyecto
de la llegada del “reino de Dios”. Abandona el desierto, su lugar de
preparación, y comienza una vida itinerante por los poblados de Galilea acompañado
de sus discípulos. Predicó la “Buena Nueva” y rompió con algunas normas
hebraicas como la del sabbat. Jesús, en su discurso, dijo que “el sábado fue
hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado”.
En un principio, el nazareno tomó Cafarnaún como punto estratégico de su predicación y se
hospedó en la casa de Pedro, un humilde pescador. En Cafarnaún se excavó,
a principios del siglo XX, dos edificios públicos, una iglesia bizantina de
planta octogonal y una gran sinagoga. Más tarde, en 1968, los trabajos se reanudaron.
Se descubrió algunos barrios del siglo I y se
encontró, debajo de la iglesia octogonal, la posible casa del apóstol Pedro. Por último,
como consecuencia de una gran sequía que se produjo en esta zona en 1986, las
aguas del lago de Galilea retrocedieron y dejaron a la vista una embarcación de
pesca de esta época. Pronto se especuló
con que se trataba de la barca de pesca de Pedro, donde
Jesús pudo subirse para predicar, pero no son más que conjeturas.
Desde Cafarnaún, entre
los años 27 y 28, Jesús se dedicó a predicar su mensaje por toda Galilea.
Aunque no es posible reconstruir los itinerarios
concretos de sus viajes, sí se puede intuir que se movió por las zonas cercanas al lago de Galilea y que pudo visitar
Magdala, Corozaín o Betsaida, incluso otras aldeas de la baja Galilea. En los pueblos,
usa las sinagogas para su predicación
que, como hemos visto, no tienen por qué ser construcciones concretas. No
obstante, se aprecia en los textos que el nazareno evitó entrar en grandes ciudades como Tiberíades o Séforis. No hay
que perder de vista que se hizo muy popular, que movilizaba grandes masas y que,
por tanto, era una amenaza para el orden establecido. Tuvo que extremar las
precauciones.
Sin embargo, en el mes
de nisán (marzo-abril) del año 30, en época de pascua, decidió peregrinar a la
gran ciudad de Jerusalén acompañado de sus discípulos, posiblemente con la idea
de extender su mensaje del “reino de Dios” a más gente. Allí, como veremos en
la siguiente estrada, Jesús sufrió un fatídico proceso que lo llevó a la muerte
en la cruz.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía| CROSSAN J. D. y REED J. L., Jesús desenterrado.
Barcelona, Crítica, 2007
Imagen|
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