El
fuego siempre ha sido uno de los mayores enemigos de la antigua ciudad de Roma
Recreación de un incendio en la antigua Roma |
El fuego, además
de ser un elemento esencial para la vida cotidiana, siempre ha sido un enemigo muy poderoso para la antigua ciudad
de Roma. La mayor parte de las viviendas de la Urbe estaban construidas con madera
y eso hacía frecuentes los incendios.
Desde principios
de la República, Roma tuvo que organizar un servicio oficial y público de lucha contra el fuego. Dependía de los
tribunos y de los ediles, pero las labores de extinción estaban en manos de los
tresviri capitales, que eran a su vez
una especie de policías municipales.
En un principio, el
equipo de bomberos estaba constituido por esclavos que, situados en puntos estratégicos como las puertas o las murallas, se
encargaban de detectar los incendios e intervenir lo más rápido posible en cualquier
punto de la ciudad. Sin embargo, más tarde, los libertos reemplazaron a los
esclavos y, a finales del siglo II d. C., se acabaría reclutando a los ciudadanos
romanos directamente.
Los tresviri capitales, como policías,
también tenían otras atribuciones
como castigar a los incendiarios o reprimir a los negligentes. Asimismo, intervenían
en los conflictos por el uso y la propiedad del agua, vigilaban los baños
públicos y las termas, etc. Los casos más graves eran llevados directamente ante
el prefecto de la ciudad, que tenía su sede y tribunal en el Campo de Marte.
Los vigiles se enrolaban en el cuerpo durante dieciséis años y recibían
un entrenamiento muy específico para los incendios. En su organización, se repartían
en siete cohortes de mil hombres distribuidos en siete centurias. Se distribuían
por la ciudad a razón de una cohorte por
cada dos “regiones”, o distritos, y el punto central estaba ubicado en las stationes o cuarteles a los que les correspondían
dos excubitoria o puestos de guardia.
Además de intervenir
en los incendios, los vigiles también efectuaban continuas rondas, diurnas y
nocturnas, por las calles. En caso de una necesidad grave, hacían sonar sus trompetas para llamar a los refuerzos. En su
equipamiento todos iban provistos de cubos y hachas como instrumentos más eficaces.
Además se ayudaban de centones, o toscas
mantas que impregnaban de vinagre para retardar la evaporación, y de varas con
esponjas empapadas para golpear las llamas. Además podían ir provistos de hachas,
martillos, guadañas, podaderas, ganchos, sierras y dolabrae, que eran unas herramientas consistentes en un pico por un
lado y un hacha por el otro. Pero el
elemento principal para la extinción era el agua, que podían emplearse con
bombas de bronce, como la que inventó Ctesibio en el siglo III a. C., o con
formaciones de cadenas humanas que la arrojaban contra las llamas. Era curiosa
la figura de los emitularii, que se
encargaban de extender gruesos colchones por el suelo para que saltara la gente
atrapada en los pisos altos.
Por último, el
prefecto y su estado mayor podían tomar la decisión de derribar las casas y las construcciones circundantes al incendio
para evitar su mayor propagación.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía|
Blasting
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Imagen|
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