Dalí
tuvo que enfrentarse a la triple acusación de coquetear con los fascismos,
hacer gala de un catolicismo delirante y sentir una pasión desmedida e
irrefrenable por el dinero
Dalí, en la década de 1960, luciendo el ostentoso mostacho que le caracterizaba |
Nació
en (Figueres, Gerona, 1904 - 1989) Pintor español, si bien parte del inmenso prestigio y
popularidad de que gozó ya en vida se debió a sus estrafalarias e impostadas
excentricidades, Salvador Dalí acertó a insuflar nueva vida al surrealismo
europeo hasta convertirse en su más conocido representante; sus confusas ideas
estéticas (el llamado método paranoico-crítico) fueron mucho menos decisivas
que sus impactantes composiciones, a las que trasladó con magistral precisión técnica un personalísimo universo
onírico y simbólico, tan nítido y luminoso como profundamente inquietante y
perturbador.
Salvador Dalí nació en una madrugada de la primavera de
1904 en el seno de una familia burguesa, hijo de un notario bienpensante y
de una sensible dama aficionada a los pájaros. Muchos años más tarde escribiría
en su autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí (1942): "A los tres
años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha
hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más.
Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador
Dalí, él se aleja de mí".
Puesto que la
persecución sería incesante y el objetivo no habría de alcanzarse nunca, y dado
que en ningún recodo de su biografía estaba previsto que hallara el equilibrio
y la paz, Dalí decidió ser excesivo en
todo, interpretar numerosos personajes y sublimar su angustia en una
pluralidad de delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como
"perverso polimorfo, rezagado y anarquizante", o "blando, débil
y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa imagen publicitaria
antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el juego favorito de su
primera infancia era vestir el traje de rey, ya a los diez años, cuando se autorretrata como El niño
enfermo, explora las ventajas de aparentar una constitución frágil y
nerviosa.
La persistencia de la memoria (1931) |
Su precocidad es
sorprendente, a los doce años descubre
el estilo de los impresionistas franceses y se hace impresionista; a los
catorce ya ha trabado conocimiento con el arte de Picasso y se ha hecho cubista,
y a los quince se ha convertido en editor de la revista Studium, donde dibuja
brillantes pastiches para la sección titulada "Los grandes maestros de la
Pintura".
En
1921 abandona su Cataluña natal y se traslada a Madrid, donde ingresa en la
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Instalado en la Residencia de Estudiantes, se hace amigo
del gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro cineasta
surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciará irreversiblemente
en 1930. En la capital adopta un extraordinario atuendo: lleva los cabellos
largos, una corbata desproporcionadamente grande y una capa que arrastra hasta
los pies. A veces luce una camisa azul cielo adornada con gemelos de zafiro, se
sujeta el pelo con una redecilla y lo lustra con barniz para óleo. Es difícil
que su presencia pase desapercibida.
En los revueltos y
conflictivos meses de 1923 sufre un desafortunado contratiempo, en la Academia de Bellas Artes a la que
está adscrito se producen manifestaciones en contra de un profesor, y antes
de que dé comienzo el discurso oficial y se desate la violenta polémica,
Salvador abandona la sala. Las autoridades creen que este gesto suyo ha sido la
señal de ataque y rebelión y deciden expulsarlo durante un año. Después, de
nuevo en Figueres, los guardias vienen a detenerlo y pasa una temporada en la
cárce
A la salida de prisión
recibirá dos alegrías, la primera, una prensa para grabado que su padre le
regala, y la segunda, la visita de su excelente compañero de la Residencia de
Estudiantes de Madrid, Federico García Lorca, quien en las calurosas noches del
verano de Cadaqués lee a toda la familia Dalí sus versos y dramas recién
compuestos. Es allí, junto al Mediterráneo, donde García Lorca redacta la
célebre "Oda a Salvador Dalí", publicada
unos años después, en 1929, en la Revista de Occidente, pronto será también
Luis Buñuel quien llegue a Cadaqués para trabajar con su amigo Salvador en un
guión cinematográfico absolutamente atípico y del que surgirá una película tan
extraña como es Un perro andaluz (1929).
Gala y Dalí |
En
1927 Dalí viaja por primera vez a París, pero es al año siguiente cuando se
establece en la capital francesa. Se relaciona con Pablo Picasso y Joan Miró y,
con la ayuda de este último, se une al grupo surrealista que lidera el poeta
André Breton, en 1929 expone en la Galería Goemans y
obtiene ya un gran éxito; las originales imágenes de sus cuadros, en las que
los objetos se muestran con irritante precisión, parecen adentrarse en unas
profundidades psíquicas anormales y revelar un inconsciente alucinatorio y
cruel. Pero Breton terminará expulsándolo del movimiento algunos años después,
en una memorable sesión de enjuiciamiento a la que Dalí compareció cubierto con
una manta y con un termómetro en la boca, aparentando ficticiamente estar
aquejado de fiebre y convirtiendo así el opresivo juicio en una ridícula farsa.
La triple acusación a
la que tuvo entonces que enfrentarse Dalí
fue coquetear con los fascismos, hacer gala de un catolicismo delirante y
sentir una pasión desmedida e irrefrenable por el dinero. A esto precisamente
alude el célebre apodo anagramático con que sería motejado por Breton,
Avidadolars, acusación que, lejos de desagradar al pintor, le proporcionaba un
secreto e irónico placer. De hecho, después de conocer a la que sería su musa y
compañera durante toda su vida, Gala, entonces todavía esposa de otro
surrealista, el poeta Paul Éluard, Dalí declaró románticamente: "Amo a
Gala más que a mi madre, más que a mi padre, más que a Picasso y más, incluso,
que al dinero."
Salvador
Dalí se enamoró de Gala en el verano de 1929 y con ella gozó por primera vez de
las mieles del erotismo, es
la época en que pinta Adecuación del deseo, Placeres iluminados y El gran
masturbador, pintura esta última que fue atacada y desgarrada por el fanático
grupo puritano los Camelots du Roy. Mientras tiene lugar la exposición de sus
obras en la Galería Goemans de París, la joven y apasionada pareja se refugia y
aísla en la Costa Azul, pasando los días y las noches encerrados en una pequeña
habitación de un hotel con los postigos cerrados.
Enterado
de la vida disoluta de su hijo por un artículo de Eugenio d'Ors aparecido en La Gaceta Literaria, el
padre de Dalí rompe relaciones con su vástago; pero ello no debió afectarlo
demasiado, o quizás sí, puesto que es en esa época cuando el artista realiza lo
mejor de su obra, como el célebre cuadro La persistencia de la memoria (1931),
donde blandos relojes cuelgan de la rama de un árbol, del borde de un pedestal
y sobre una misteriosa forma tendida en la vasta extensión de la playa.
El gran masturbador (1929) |
Antes de llegar a París, el artista había realizado su primera
exposición en las Galerías Dalmau de Barcelona, en 1925, y su obra había
transitado por el cubismo y las corrientes realistas, como en Muchacha en la ventana
(1925) o su primera Cesta de pan (1926). Cuando Dalí se incorporó al grupo
surrealista, el movimiento atravesaba momentos de fuertes contradicciones
internas. La vitalidad y extravagancia de aquella joven promesa española
resultó decisiva para la renovación y proyección del grupo, del que también por
su parte absorbió energías que resultaron en la etapa más apreciada de su obra.
En teoría, sus mejores cuadros fueron el fruto de la aplicación del llamado
"método paranoico-crítico", que Dalí definió como un sistema
espontáneo de conocimiento irracional "basado en la asociación
interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes".
Tal metodología
propugna un alejamiento de la realidad física en favor de la realidad mental:
gracias a un uso controlado de la alucinación y del sueño (lo paranoico o
irracional debe someterse a la lucidez interpretativa o crítica), los objetos
de la vida cotidiana se convierten en iconos de los deseos y temores del ser
humano. A través de sus obras y siguiendo los dictados de las teorías
freudianas, el artista saca a la luz los
aspectos más ocultos de su vida erótica, sus fantasías y sus deseos. Dalí
pretendía que sus telas fueran contempladas como sueños pintados; sus imágenes
de relojes blandos, miembros hipertróficos sostenidos por muletas y elefantes
de patas zancudas, por citar algunas de las más conocidas, son a la vez
expresión y liberación de las obsesiones sexuales y de la angustia ante la
muerte.
Probablemente para Dalí
eran menos relevantes su teorizaciones que el tono provocador e irónico con que
las exponía. En cualquier caso, la plasmación de sus obsesiones personales es
el motivo que aglutina la mayor parte de sus telas en esta etapa, en la que se
sirvió de las técnicas del realismo ilusionista más convencional para impactar
al público con sus insólitas e inquietantes visiones, que a menudo aluden
directamente a la sexualidad. El gran
masturbador (1929, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid) es en
este sentido una obra paradigmática de este periodo.
Una
magnífica ilustración
del método es el cuadro titulado Mercado de esclavos con el busto evanescente
de Voltaire (1940, Fundación Reynolds-Morse, Cleveland), en el que el rostro
del filósofo está constituido por dos
figuras que, simultáneamente, forman parte del grupo humano del segundo
término. A la izquierda, contempla la escena una mujer que se apoya en una
mesa; el contenido de los fruteros sobre la mesa es a su vez parte del conjunto
de figuras que participan en el mercado que da título a la tela.
El
enigma sin fin (1938, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid) o las múltiples reinterpretaciones
delirantes del famoso Ángelus de Millet constituyen otros excelentes ejemplos
de ese reiterado juego de perversión significativa de la imagen. La obsesión paranoica de que bajo el
aparente misticismo de la escena campesina latía la presencia de la muerte
llevó a Dalí a pedir al Louvre que realizara una radiografía del cuadro, lo que
permitió ver en el lugar que ocupa la carretilla el contorno de un ataúd que
Millet había pintado originalmente, confirmando así su propia intuición
paranoica.
Unos
pocos años en el grupo bastaron para que Dalí se convirtiese en la gran figura
del surrealismo y su obra alcanzase una considerable resonancia internacional, en 1934 viaja con su ya inseparable
Gala a Estados Unidos, donde desembarca y se presenta ante los periodistas con
un enorme pan cocido por el cocinero del trasatlántico que les ha transportado.
En sus erráticas manifestaciones no duda en asociar el mito hitleriano con el
teléfono y a Lenin con el béisbol, son todas bromas absurdas que tratan de
quitar hierro a una situación política amenazante, dos años después se desata la atroz guerra civil en España y una de
las primeras muestras de la probidad de los militares insurrectos es el infame
asesinato de su amigo Federico García Lorca, crimen que conmocionó a la
opinión pública mundial. Dalí escribió: "Lorca tenía personalidad para dar
y vender, la suficiente para ser fusilado, antes que cualquier otro, por cualquier
español."
Premonición de la Guerra Civil (1936) |
En
1938 conoce por fin, gracias al escritor vienés Stefan Zweig, a Sigmund Freud, quien había sido el gran inspirador
de la estética surrealista, de la que Dalí no se siente marginado pese a las
bravatas de Breton; por el contrario, se considera el único y más genuino
exponente del movimiento, el padre del psicoanálisis había dado pábulo a la
nueva indagación del inconsciente con su libro La interpretación de los sueños
(1900), pero nunca se había tomado demasiado en serio a sus jóvenes admiradores
de París. No obstante, el 20 de julio de 1938, tras el encuentro, Freud anotó
en su diario: "Hasta entonces me sentía tentado de considerar a los
surrealistas, que aparentemente me han elegido como santo patrón, como locos
integrales (digamos al 95%, como el alcohol puro). Aquel joven español, con sus
espléndidos ojos de fanático e innegable dominio técnico, me movió a
reconsiderar mi opinión". Por su parte, el artista realizó asombrosos y
alucinantes retratos del "santo patrón" de los surrealistas.
Instalado
otra vez en Nueva York en 1939, Dalí acepta un encargo para decorar unos
escaparates comerciales. El tema que elige es el del Día y la Noche, el primero evocado por un maniquí
que se mete en una bañera peluda y la segunda por medio de brasas y paños
negros extendidos, pero la dirección modifica el decorado sin consultar al
autor. Dalí, iracundo, vuelca la bañera de astracán llena de agua y la lanza
contra los cristales del escaparate produciendo un gran estrépito y un notable
destrozo. Pese a que la opinión pública norteamericana le aplaude el vigor con
que ha sabido defender la propiedad intelectual, es juzgado por los tribunales
y condenado a pagar los desperfectos. Tampoco consigue concluir su siguiente
proyecto para decorar un pabellón de la Feria Internacional de Nueva York, el
cual debía llevar el significativo título de Sueño de Venus.
El
desarrollo de la Guerra Civil española (cuyo estallido había intuido en
Construcción blanda con judías hervidas, luego titulado Premonición de la Guerra Civil, 1936) y
el presagio de la Segunda Guerra Mundial había provocado en Dalí el deseo de
refugiarse en un mundo sin conflictos, y sublimó su experiencia surrealista
retomando la iconografía renacentista e interesándose, sobre todo, por el valor
económico de sus cuadros; esto le convirtió en el Avidadolars con que Breton,
reordenando las letras de su nombre, le había bautizado.
De particular
relevancia en cuanto a la evolución de su obra resulta el viaje que realizó a
Italia en 1937; tras el contacto directo
con los clásicos, adquirió cierto gusto por los temas religiosos y por una
técnica más academicista, que durante mucho tiempo seguiría aplicando, no
obstante, a lo onírico y extraño; pueden destacarse, entre otros muchos
ejemplos, lienzos como Madonna de Port Lligat (1950, Museo Minami, Tokio),
Crucifixión (1954, Museo Metropolitano, Nueva York) y La última cena (1955,
National Gallery, Washington). Al mismo tiempo, el pintor producía una enorme
cantidad de objetos decorativos carentes de la fuerza transgresora de sus
primeras obras surrealistas.
Detalle de La última cena (1955) |
En
1948 regresó a España, fijando su residencia de nuevo en Port Lligat y hallando
en el régimen del general Franco toda suerte de facilidades. El gobierno incluso declaró aquel
rincón catalán que tanto fascinaba al pintor "Paraje pintoresco de interés
nacional". Para muchos historiadores del arte lo mejor de su obra ya había
sido realizado y, sin embargo, aún le quedaban cuarenta años de caprichosa
producción y de irreductible endiosamiento y exhibicionismo, con apariciones
públicas del estilo de la que protagonizó en diciembre de 1955, cuando se
personó en la Universidad de la Sorbona de París para dar una conferencia en un
Rolls Royce repleto de coliflores. En vida del artista incluso se fundó un
Museo Dalí en Figueres; ese escenográfico, abigarrado y extraño monumento a su
proverbial egolatría es uno de los museos más visitados de España.
Durante
los años setenta, Dalí, que había declarado que la pintura era "una
fotografía hecha a mano", fue el avalador del estilo hiperrealista
internacional que,
saliendo de su paleta, no resultó menos inquietante que su prolija indagación
anterior sobre el ilimitado y equívoco universo onírico. Pero quien más y quien
menos recuerda mejor que sus cuadros su repulsivo bigote engominado, y no falta
quien afirme haberlo visto en el Liceo, el lujoso teatro de la ópera de
Barcelona, elegantemente ataviado con frac y luciendo en el bolsillo de la
pechera, a guisa de vistoso pañuelo, una fláccida tortilla a la francesa.
En
su testamento, el
controvertido artista regala
gran parte de su patrimonio al Estado español, provocando de ese modo incluso
después de su muerte (acaecida en 1989, tras una larga agonía) nuevas y
enconadas polémica, e novelista Italo Calvino escribió que "nada es más
falsificable que el inconsciente"; acaso esta verdad paradójica y
antifreudiana sea la gran lección del creador del método paranoico-crítico, de
ese maestro del histrionismo y la propaganda, de ese pintor desaforado y
perfeccionista, de ese eximio prestidigitador y extravagante ciudadano que fue
Salvador Dalí, El chiflado prolífico del Ampurdán, la llanura catalana barrida
por el vertiginoso viento del norte que recoge las suaves olas del mar
Mediterráneo en una costa tortuosa y arriscada, descubrió el arte de la
mixtificación y el simulacro, de la mentira, el disimulo y el disfraz antes
incluso de aprender a reproducir los sueños con la exactitud de su lápiz.
Autora| Ingrid Medrano Cortés
Imágenes| Wikipedia, Bibliografías y
vidas
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