Se han llegado a catalogar hasta casi 1500 crómlechs en los Pirineos
¿cuál pudo ser su significado?
Dos de los siete Crómlechs de Eguiar, Gipúzkoa |
En la zona occidental y central de los Pirineos se pueden
encontrar cientos de pequeños y bellos círculos de piedra, también
llamados crómlech, que desde hace unos 3500 años siguen escondiendo el misterio
de por qué y para qué fueron creados… ¿qué simbologías podrían tener y
serían acaso monumentos de homenaje a los muertos, a las montañas o incluso
mapas astrales?
Los crómlechs pirenaicos son anillos de piedra de forma más o
menos circular/ovoide, y se han llegado a catalogar casi 1500 de estos
crómlech (del bretón “crom” que significa “círculo” y lech “piedra”) que se encuentran situados en lugares de cierta
altitud repartidos desde Gipúzkoa y Álava en el oeste y hasta Andorra y Lleida
en el este, pasando por el País Vascofrancés, Huesca, el Bearn y los Altos
Pirineos franceses. Normalmente se suelen encontrar en las laderas de los
montes con gran tradición pastoril, agrupados en conjuntos de crómlechs cercanos
unos de los otros. Así por ejemplo, hay 26 crómlechs en el conjunto de
crómlechs del monte Okabe, en el País Vascofrancés y 6 en los de Maistrugain,
en Navarra.
Algunos de estos círculos de piedra pirenaicos suelen tener un
pequeño túmulo o montículo en el centro con restos de cenizas o de huesos
humanos y en general se suelen diferenciar de los círculos de piedra de otras
partes de la Península Ibérica (tales como el de los Almendros en Portugal) o
de los de las Islas Británicas, entre otras cosas por el tamaño menor de los
testigos/ piedras y por su menor diámetro. Por ejemplo, el diámetro mediano
de los crómlechs pirenaicos suele variar entre los 4 y 7 m, aunque hay algunos
pocos que superan los 10 m, el mayor de todos siendo el de Azpegiko Lepoa en Navarra
que llega a medir 21 m. Sin embargo incluso este crómlech se queda pequeño
comparado con el de Stanton Drew en
Inglaterra, con sus 112.2 metros o con el Ring of Brodgar de Escocia con sus
103 m.
Por otra parte, el tamaño
de las piedras visibles hincadas en el suelo que forman el círculo, también
llamadas testigos, suele ser bastante modesto, variando entre los 0,30 o 0,50 m de altura, aunque en algunos
casos suele haber uno o varios testigos dentro de los círculos que destacan
significativamente por su altura. Por ejemplo, uno de los testigos del crómlech
de Eteneta en Gipúzkoa, se eleva hasta
los 2 m, y una de las piedras del de Eguiar, cerca del monte Peñas de Aya y que
se encuentra orientada hacia el sudeste, tiene 1.75 m de altura. Se podría
especular con que esta orientación al sudeste pudiera indicar un
alineamiento con el lugar desde donde sale el sol sale durante el solsticio
de invierno, al igual que sucede con otros circulos de piedra en otras partes
de la Europa atlántica, tales como el de Avebury o incluso el más cercano crómlech de Mendiluce, en Álava,
que aunque geográficamente se encuentre situado bastante alejado del área
pirenaica, hay quienes lo consideran relacionado con los crómlechs pirenaicos.
Sin embargo, es muy complicado buscarles a los crómlechs
pirenaicos un común denominador, dado que parece no existir un patrón claro,
por ejemplo en relación con el número de testigos, ya que el número de piedras
visibles varía de crómlech a crómlech y parece ser por tanto algo aleatorio.
Algo parecido ocurre con el hecho de que las piedras más sobresalientes de un
gran número de crómlechs tengan una orientación diferente en muchos de los
crómlechs, y así por ejemplo en algunos círculos están orientadas al norte, en
otros hacia el noroeste, etc. No obstante, quizás estos testigos más altos, que
técnicamente podrían llamarse menhires, del bretón “maen” “piedra” y “hir”
larga, habrían podido querer representar
a la persona cuyos restos están enterrados en el centro del crómlech, o al
individuo al que se rinde homenaje en el crómlech, tal como sucede con el
menhir de Soalar, en el valle del Baztán en el norte de Navarra. Los expertos
han interpretado que el menhir antropomorfo de Soalar, que se encontraba
asimismo cerca de varios crómlechs pirenaicos, aunque sin formar parte de
ninguno de ellos, contiene posiblemente la figura de un jefe militar de una
tribu vascona: el guerrero está armado con un hacha de piedra, un escudo y un
puñal. Puede que originariamente otros menhires
que forman parte de algunos crómlechs pirenaicos hubieran podido tener
también grabados con forma de persona aunque quizás los grabados se hayan
borrado con el tiempo debido a la erosión.
¿Por qué quienes erigieron los crómlechs les dieron una forma
circular? Es probable que los hombres prehistóricos consideraran el círculo
como la representación de su sentido del tiempo, es decir, como un bucle eterno
que al igual que las estaciones y los ciclos lunares y solares se
repetirían de forma regular y cíclica. En otras culturas prehistóricas, tales
como los celtas o los Antiguos Egipcios, el círculo también representa el
infinito renacer o la eternidad de la vida a través de la muerte, como en el
caso del símbolo de Ouroboro, la serpiente que se engulle su propia cola.
Aparte de eso, el círculo puede que fuera para ellos una forma mágica que
podrían verlo en la naturaleza que les rodeaba, como por ejemplo en el
horizonte, en los anillos concéntricos de crecimiento de los árboles y además verían
el sol, con su forma esférica, como algo mágico que era además su fuente de luz
y calor. Probablemente también consideraran la luna llena como una
representación de la totalidad y de la
plenitud, sobre todo después de haber observado la luna pasar por sus fases
intermedias hasta alcanzar el plenilunio. Además, muchas chozas y viviendas de
la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro solían ser de planta circular por lo
que esto reforzaría el que consideraran a los crómlechs como “viviendas” para
los muertos, aunque en algunos castros de la Edad del Hierro próximos a la zona
pirenaica, tales como los de Intxurre en Gipúzkoa o El Castellar en Navarra,
solo se hayan encontrado viviendas de planta rectangular.
¿Por
qué usarían piedras para los crómlechs? Aparte de porque sería lo que tendrían
más a mano en los montes, también querrían que los círculos perduraran en el
tiempo y porque las piedras parecían tener un simbolismo mágico muy
importante durante toda la Prehistoria (desde el Paleolítico y hasta la Edad de
Hierro, pasando por el Neolítico), ya que los hombres las parecían considerar
como elementos intermediarios entre las 3 diferentes partes del cosmos tal como
ellos lo concebían, como ya vimos en un artículo anterior.
A los hombre prehistóricos es posible que les pareciera que las piedras
“nacían” en el mundo subterráneo y que eran como un regalo de los dioses del
cosmos inferior porque les ayudaban a los hombres como herramientas, hachas,
armas, para edificar viviendas, monumentos megalíticos etc. Además, cuando las
hincaban en el suelo y las ponían de pie, entonces podrían tener un simbolismo
diferente porque para ellos sería como si estuvieran apuntando al firmamento
o cosmos superior con todos sus astros que tanto les fascinaban.
Por
otro lado, el hecho de que los crómlechs se encuentren normalmente a plena
vista de las montañas que dominan el paisaje de los alrededores, tales como
Peñas de Aya en el caso de los crómlechs de Egiar o del monte Ornhi en el caso
de los de Okabe, parece indicar que servían también para rendir homenaje a
las montañas. Este homenaje a las montañas próximas parece demostrarse
también en el hecho de que algunos de los testigos de los crómlechs tanto de
los conjuntos de Egiar como de los de Okabe parecen imitar la forma de sus dos
montañas más próximas: Peñas de Aya y Ornhi respectivamente. De este modo, uno
de los testigos del crómlech 2 del conjunto de Eguiar de la foto de abajo
parece replicar la silueta de la montaña de Peñas de Aya, y el testigo de la
foto 3 marcado con una flecha, parece copiar la silueta del monte Ori. Los
constructores de los crómlechs pudieron haber elegido piedras naturales que
tenían ya esa forma o quizás pudieron haber pulido las piedras, hasta que
hubieran cogido la forma deseada. Es probable que en otros de los muchos
crómlechs repartidos por los Pirineos haya más piedras que fueron elegidas por
su forma parecida a las montañas colindantes,
aunque a veces esa forma no se pueda apreciar tan claramente hoy en día
debido a la erosión producida en los aproximadamente 3000 años desde su construcción.
En
cierta manera, los hombres preshistóricos podrían haber querido rendir homenaje
a ciertas montañas porque les parecerían mágicas ya que parecen elevarse desde
el subsuelo hacia el cielo, casi tocándolo. Este carácter mágico de algunas
montañas, tales como el Txindoki en el Aralar o el mismo Peñas de Aya, se puede encontrar también en la mitología
vascopirenaica, que en algunos casos se podría considerar como “el oído de
la Prehistoria”, parafraseando de esta forma al lingüista Felix Zubiaga
cuando dice que “la toponomía es como el oído de la Prehistoria”, puesto que en
la mitología vasca esas montañas son sagradas porque son moradas de dioses
tales como Mari.
¿Quiénes se cree que construyeron los crómlechs pirenaicos y
cuándo? Se cree que podrían haber sido hechos mayoritariamente por los
vascones, dado que la distribución geográfica de la mayoría de los crómlechs
coincide en parte con el territorio tradicional de la tribu de los vascones,
aunque seguramente otras tribus o pueblos vecinos de los vascones y que podrían
haber vivido al norte y al este de ellos, podrian haber erigido algunos de los
crómlechs. En cuanto a la cronología, la mayoría de los crómlechs datados hasta
la fecha se sitúan desde mediados del
milenio II a.C hasta la época inmediatamente anterior a la romana, es decir,
desde mediados y finales de la Edad de Bronce hasta la Edad del Hierro. El
hecho de que se hayan encontrado algunas urnas enterradas en algunos crómlechs,
nos indica que los constructores habrían estado influenciados por los
indoeuropeos de los Campos de Urna, más que nada a través de transmisión de
ideas ya que no se considera que se hubiera producido una inmigración
indoeuropea masiva.
¿Pero para qué construirían los crómlechs? Tradicionalmente se han considerado los crómlechs como monumentos
funerarios y como tales herederos de monumentos megalíticos como los
dólmenes de finales del Neolítico y Edad del Cobre. Sin embargo, y tal como
recoge X.Peñalver en su libro Munibe Crómleches del Pirineo, de unos 70
crómlechs investigados hasta el momento, menos de la mitad contenían huesos o restos de cenizas humanas
y cuando se encontraban restos suelen ser normalmente de un solo individuo y
situados normalemnte en el centro del círculo, rodeado con pequeñas losas
formando una cámara o cista, aunque en algunos casos se hayan encontrado
cenizas humanas dentro de una pequeña urna. Muchos expertos creen que la
incineración debió hacerse fuera de los crómlechs, en parte debido a la poca
cantidad de carbones que se han encontrado junto con las cenizas y también
consideran que si no se han encontrado más restos humanos en otros de los
crómlechs excavados quizás sea porque se hayan desintegrado debido a la alta
acidez del suelo de la mayor parte de la zona pirenaica.
Por otra parte, los crómlechs con sus enterramientos individuales
parecen representar bastante bien el cambio progresivo que se empezó a producir
por toda la Europa occidental a partir de principios de la Edad de Bronce,
cuando se comenzó a pasar gradualmente de una sociedad igualitaria y que vivía
en relativa paz y armonía de forma comunitaria, hacia una sociedad más
jerarquizada y más individualista, en parte debido quizás a la llegada de las
continuas invasiones de diversos pueblos de lengua indoeuropea.
En
cierta manera se podría considerar a los crómlechs pirenaicos, y también a los
menhires en general, como precursores
de otros monumentos funerarios tales como las estelas funerarias que con su
forma discoidal parecen recordar a los círculos de los crómlechs y por su forma
alargada parecen menhires. A este respecto y según reza la tradición en la zona
de Zuberoa, en el País Vascofrancés que es una zona en la que se pueden
encontrar muchos crómlechs pirenaicos, tales como el de Millagate, las estelas
funerarias serían representaciones de la luna llena y ayudarían a evitar que el
alma de los difuntos viajase hasta la luna.
Sin
embargo, no todos los expertos están de acuerdo en que los crómlechs eran
lugares de enterramiento, así por ejemplo, para el antropólogo y artista Jorge
Oteiza, los crómlechs no estaban relacionados con la muerte, sino con la
vida y según él, los constructores de crómlechs
eran “escultores” y como tales los
crómlechs eran obras de arte y espacios religiosos que querían representar
agujeros en el cielo.
Es probable que los crómlechs
pudieran haberse usado como lugares de asamblea también, al igual que
los “henge” circulares o semicirculares de las Islas Británicas, que sin
embargo son cronológicamente anteriores ya que están datados en el Neolítico
y principios de la Edad de los Metales.
Pero, ¿qué tipos de ritos se celebrarían en ellos? Puede que se realizaran
ceremonias relacionadas con el ciclo anual del sol en su viaje desde el norte
al sur y de vuelta al norte, en ocasiones tales como los solsticios (los días
más largos y más cortos del año) puesto que aquellas sociedades agrícolas
necesitarían marcar estas divisiones naturales del año para señalar cuándo
tenían que plantar/recoger la cosecha etc.
Es posible que también celebraran especialmente las noches de
luna llena con ceremonias de homenajes a los difuntos/antepasados y en este
respecto, resulta curioso que en el idioma de los vascones, el euskera, que ha
perdurado hasta nuestros días aunque con un alto porcentaje de palabras
procedentes de idiomas tales como el latín, a la luna se le sigue llamando
“ilargia”, literalmente tanto “luz de los muertos” como “luz del mes”.
Además, el hecho de que en algunos crómlechs, tales como el de
Oianleku, se hayan encontrado varios fragmentos de cerámica que parece que se
habían esparcido a propósito por todo el crómlech, sugiere que podrían formar
parte de algún tipo de rituales, quizás como parte de los ritos de incineración
de los cadáveres, en los que los fragmentos rotos de cerámica podrían
representar simbólicamente el que los seres humanos no somos más que una parte
del enorme cosmos. Siguiendo con ese simbolismo, se podría considerar a los
diferentes testigos de cada crómlech como individuos que forman parte de un
todo (el clan o la comunidad representado por el crómlech). De esta manera, se
podría pensar que el número de testigos (que como hemos apuntado antes parece
no tener un patrón concreto y ser aleatorio en cada crómlech) podría
representar el número de individuos de cada clan en un momento específico, y
quizás irían quitando o añadiendo testigos, dependiendo de que el número de
personas del clan fuera cambiando.
Existen además otras hipótesis que apuntan a que por ejemplo,
los crómlechs podrían haber sido lugares en los que se buscaba conjurar a
los mosquitos y tábanos que resultaban
tan molestos al ganado trashumante, o el investigador JJ Ochoa señalaba que los
diferentes grupos de crómlechs representaban estrellas y constelaciones y
que cada círculo tendría más o menos piedras según fuese la constelación a la
que representasen. Ochoa también creía que los crómlechs formaban un mapa
gráfico del movimiento de un grupo de estrellas y que entre todos los crómlechs
constituían un momento celeste en un momento estelar determinado, tales como
los solsticios etc.
En cualquier caso, los crómlechs pueden considerarse como esculturas
totémicas y como tales podrían haberse usado para conmemorar eventos
especiales y además como emblema de una cultura, en este caso la cultura del
pueblo vascón y quizás de otras tribus pirenaicas afines o no a las
vasconas. Al igual que su idioma, el
euskera, ese arcaico idioma europeo que nos ha llegado hasta nuestros días, de
igual manera, los crómlechs pirenaicos han perdurado y parecen ser la
representación científico-artístico-religiosa de los vascones y de otros
pueblos prerrománicos.
Aunque
al menos algunos de los crómlechs fueran seguramente fundamentalmente
monumentos funerarios, los crómlechs en general son como una especie de obras
de arte prehistóricas expuestas en una galería de arte al aire libre. Sin
embargo, originariamente no habrían sido
concebidas para que la gente las viera, sino que para que perduraran en el
tiempo y quizás también como homenaje al hombre, a los astros y a la naturaleza
colindante.
No
obstante estos anillos de piedras no nos han desvelado todavía todos sus
secretos y sus simbologías mágicas, y aún nos quedan muchas interrogantes
por aclarar, como por ejemplo: ¿Por qué algunos de los crómlechs tienen
restos humanos pero la mayoría están “vacios”? ¿A quiénes se enterraban? ¿Eran
pastores o eran más bien chamanes o jefes de clanes? ¿En qué tipo de creencias
se basaban? ¿A quién o qué adoraban aquellas gentes? ¿Qué otros significados
tendrían, en qué otras simbologías mágicas estarían basados? Estas y muchas
otras interrogantes quizás nunca se puedan llegar a responder del todo, pero
siempre nos queda el poder disfrutar de la belleza de estos anillos de
piedra enigmáticos y de sus hermosos entornos.
Autor|
José Ignacio Ermina
Irazábal
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