La zona gris

Lectura etnográfica de los campos de Auschwitz

'Eyeglasses of victims'
En plena vorágine de Carnavales, costumbre que daría para un centenar de artículos, a mi me toca estudiar para los exámenes de febrero; como lo mío es la antropología pues es cuestión de releer y releer etnografías.

En principio me siento alejada de las noticias de actualidad, pero releyendo la declaración de un Comandante del campo de Treblinka (Auschwitz), que se produce con posterioridad a los hechos en el contexto de una Comisión de Investigación, entiendo que la historia siempre está vigente.

Evidentemente no es mi objeto, ni sería lícito comparar la situación actual con la de los campos de Auschwitz, por mucho que nos quejemos de la “ley mordaza”, de que estamos alienados por los medios de comunicación y la multitud de normas establecidas, e incluso de lo tirano que es nuestro jefe…tenemos la gran suerte de vivir en un Estado democrático, donde tanto los derechos y deberes de la Policía como los de los ciudadanos están garantizados por leyes, que en la mayoría de los casos se cumplen adecuadamente… por mucho que las diversas facciones políticas se acusen mutuamente “de todo”, no estamos al borde del colapso de nuestra civilización y de nuestros valores y la “Estrella de la Muerte” no planea en el horizonte aunque el Rey Mago sea una fémina.

Me introduzco en el texto y leyendo la declaración observo la ausencia de culpabilidad del Comandante de campo ante su comportamiento homicida, justificándose con que lo normal para un Agente de la autoridad es cumplir órdenes, también puedo apreciar que despersonaliza a sus víctimas, nunca las ve como individuos.

¿Y cómo es esto posible? En principio, las víctimas tienen la misma cultura que el victimario, incluso su aspecto, o el idioma que hablan puede ser el mismo, con anterioridad han disfrutado de Derechos Civiles, de los cuales son despojados en los rituales de iniciación al campo; las diferencias se establecen basándose en que las víctimas son judíos,  discapacitados, homosexuales, de etnia gitana, o con ideas políticas contrarias al régimen. Es este aspecto lo que les hace indeseables y en esto se apoya la necesidad del exterminio: No son reeducables.

De esta forma los verdugos no ven a sus víctimas como iguales, asesinándolos de una forma fría, premeditada, siguiendo cuotas y cálculos; con alevosía se desnuda a la víctima, se la conduce con engaños a una cámara de gas, se la encierra… en definitiva se priva a los prisioneros de cualquier posibilidad de defensa, cumpliéndose taxativamente las cuotas de exterminio.

Los prisioneros no son vistos como individuos, son percibidos como una masa, aún peor como una mercancía, algo que hay que procesar, y que una vez muertos son basura. Un subproducto indeseable de toda cadena de producción. Pero tampoco la ganancia económica es lo más importante, lo deseado es el genocidio de una serie de grupos considerados indignos, débiles, impuros, inferiores.

En conclusión, el partido Nacional Socialista de Alemania, que llegó al poder de forma legítima y que también de forma legal promulgó entre 1933 y 1941 ocho leyes que definieron de forma específica en qué consistía la condición de ciudadanía en el Estado alemán, decidió el exterminio de una colectividad apoyándose en la imposible reeducación de las personas que la componían y en su supuesta inferioridad, que no les hacían válidos para ser ciudadanos de la nueva Alemania.

Ante esto y volviendo al momento actual me surgen las preguntas: ¿Realmente pensamos lo bastante cuando nos dan una orden? ¿Entendemos el alcance de nuestros actos? ¿Estamos obligados a obedecer todos los mandatos, a veces absurdos, de los poderes establecidos?

Ahí lo dejo, creo que para iniciar un debate no está nada mal.

Autor| Francisca Díaz Mateos
Vía| Francisca Díaz Mateos
Imagen| Wikimedia

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