Cayo Verres, el político del
siglo I a. C., es un caso claro de corrupción en la antigua Roma
Recreación de un juicio en la antigua Roma |
El
uso de un cargo político para
enriquecerse es algo muy extendido en la actualidad. De hecho, casi cada
día, las noticias están encabezadas por casos de corrupción como los de José Luis Bárcenas o, más
recientemente, Rita Barberá y sus secuaces.
Lo
cierto es que, salvando las distancias,
la corrupción es algo normal en la historia y, sobre todo, en Roma. Se podría citar muchos casos pero
resaltaremos, siguiendo la narración de Cicerón, el caso de Cayo Verres, un político del siglo I a. C.
Verres
fue elegido en el 80 a. C. cuestor de Roma. Poco después, Dolabela lo requirió
como cuestor personal para su gobierno
proconsular de la Provincia de Asia. Ambos personajes, actuando de forma
conjunta, se encargaron de saquear la provincia hasta que, dos años después, Dolabela
fue condenado por una acusación de malversación. Verres, esta vez, fue absuelto
del caso por aportar pruebas contra el gobernador.
Cuatro
años después, con ayuda de sobornos, Verres
pasó a ocupar la pretura. En su nuevo cargo, abusó de su autoridad inmiscuyéndose
en competencias que le correspondían a otras magistraturas y, con sus artes, consiguió
finalmente alcanzar el gobierno
propetoriano de la provincia siciliana.
Sicilia,
la gran productora de trigo, era tierra próspera y una plaza estratégica para Roma.
Pero, con la llegada del nuevo gobernador, pronto comenzó su decadencia. Verres
explotó a sus habitantes con abusivos
impuestos y con indebidas cancelaciones de contratos. Consiguió que los productores
de trigo y los recaudadores de impuestos se arruinaran. Además sus agentes saquearon
los templos y las casas privadas confiscando, incluso, las obras de arte que tanto le gustaban.
Verres
también hizo de las suyas durante la Tercera
Guerra Servil contra Espartaco, donde usó ilegalmente el dinero de
emergencia y acusó injustamente a los esclavos de los terratenientes ricos de
la isla de intrigar para unirse a Espartaco. Los condenó a la crucifixión, a no
ser que sus dueños lo sobornaran. Además, muchos de los terratenientes que apoyaron
a sus esclavos fueron acusados de complicidad y encarcelados hasta que pagaran económicamente
su libertad.
En
el 70 a. C., Verres regresó a Roma y, acusado por los sicilianos, Marco Tulio Cicerón le procesó por todas
las atrocidades cometidas en Sicilia. Finalmente, a pesar de que el acusado
contrató para su defensa a Quinto Hortensio Hórtalo, uno de los mejores
abogados de la época, y de que contactó con personas influyentes de Roma de su
círculo clientelar, fue declarado
culpable. El presidente del tribunal y sus asesores se mostraron
incorruptibles.
Las
pruebas que Cicerón aportó contra él fueron aplastantes, así que Hortensio recomendó
a su cliente el exilio voluntario para que pudiera conservar una parte de sus
propiedades. Así lo hizo, Verres marchó
hacia Massilia, la actual Marsella, donde vivió exiliado hasta el 43 a. C.,
cuando fue proscrito por Marco Antonio por negarse a cederle unas obras de
arte.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía|
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