El
popular árbol de Navidad procede de una antigua tradición germana y de la
creencia en el Árbol del Universo
¿Sabes por qué ponemos árboles de navidad en nuestras casas? |
Todas las Navidades
nuestras ciudades y nuestras casas se engalanan
con elaborados belenes, adornos brillantes y miles de luces de colores. El
ambiente se prepara para celebrar el nacimiento de Jesús, que según la
tradición cristiana fue el 25 de diciembre, y para acoger al Nuevo Año venidero.
Sin embargo, entre todos los ornamentos, hay un elemento que destaca sobre los
demás: el árbol de navidad. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué ponemos un árbol de navidad en
nuestros hogares?
La tradición viene
de la antigüedad, de cuando los germanos pensaban que tanto la Tierra como los
Astros pendían del Árbol del Universo,
un gigantesco roble que simbolizaba al Divino Idrasil. Según esta creencia, el
árbol sagrado sostenía en sus ramas todo el Universo, en su copa se encontraba el
cielo y en sus raíces el infierno. Cada solsticio de invierno, que el calendario
juliano estableció en el día 25 de diciembre, se conmemoraba el nacimiento de
Frey, el dios del Sol. Durante esta celebración, los germanos adornaban un roble con antorchas, que simbolizaban
a los astros, y danzaban a su alrededor en actitud festiva.
Sobre el año 740, San Bonifacio fue a Germania a evangelizar
a los lugareños, terminó con el rito de venerar al portentoso roble y lo suplió
por un pino, el símbolo del amor eterno de Dios. Así, no se erradicaba la
costumbre de adornar un árbol, pero se sustituía las antorchas por manzanas y
velas, en este orden, como ilustración del pecado original y de la luz divina.
El pino poseía la particularidad de tener la hoja perenne, que representaba a la
eternidad, y la morfología de un triángulo, que personificaba al misterio de la
Santísima Trinidad.
Desde la Edad
Media, pero sobre todo a partir del siglo XVII, se comenzaron a adornar los árboles
navideños en los hogares de Alemania. Con el tiempo, esta tradición se extendió por todo el Viejo Continente y, más
tarde, se llevó al Nuevo Mundo.
El primer árbol de Navidad, decorado como
los nuestros, está documentado en la
Alemania de 1605. Se empleó, según parece, para avivar el ambiente navideño
en unas fechas de un frío extremo. A partir de entonces, como vemos, la
tradición se expandió y llegó a Finlandia en 1800, a Inglaterra en 1841 y a España en 1870. Curiosamente sabemos que
el primer
árbol navideño documentado en Inglaterra, ese mismo año de 1841, se colocó
en el Castillo de Windsor y fue traído por el Príncipe Alberto, el esposo de la
Reina Victoria.
El paso del tiempo
hizo que los adornos evolucionasen y que las vetustas manzanas y velas se
cambiasen por las tradicionales bolas, guirnaldas
y luces de colores. De hecho, cada uno de estos elementos tiene su propio
significado actualmente. Las bolas representan los Dones de Dios hacia los hombres,
la estrella de la picota la fe que guía a los creyentes, las guirnaldas la
unión familiar, los angelitos nos protegen como intercesores entre el cielo y
la tierra y, por último, las luces iluminan el camino en la fe.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
Vía|
Blasting
News
Imagen|
Jardín y Plantas
Comentarios