Los yanomamis, el gran legado de la selva

Las polémicas declaraciones de Chagnon, fueron mal recibidas por sus compañeros eruditos

Fotografía de un niño yanomami 
Entre las selvas tropicales y montañas más abruptas del norte de Brasil y del sur de Venezuela, se encuentra el pueblo indígena más numeroso de toda América del Sur, los yanomami o yanomamis. Posiblemente, como la mayoría de nativos presentes en el continente americano, emigraron a través del famoso estrecho de Bering, hace aproximadamente 1.500 años.

En la actualidad, puede que la población total no supere los 32.000 pobladores. Los yanomamis se alojan en casas de gran tamaño llamadas, yanos o shabonos. Algunas, incluso, pueden alojar a 400 indígenas. Entre los yanomamis reina la igualdad y cada comunidad es totalmente independiente de las otras. No reconocen la figura de un líder o jefe y todas las decisiones son tomadas por unanimidad. La razón de que reconozcamos a esta tribu como los yanomamis, es porque fueron atendidos por misioneros salesianos de origen italiano, quienes fueron los encargados de llevar el catolicismo a aquellas tierras. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, un antropólogo conocido con el nombre de Napoleon Chagnon viajó a la selva con la intención de realizar una rigurosa investigación, para demostrar que fueron los yanomamis la etnia primigenia en cruzar el estrecho de Bering, al finalizar el período glaciar.

Las incursiones de Chagnon entre los nativos dieron como fruto una serie de polémicos escritos, que enfadaron tanto a sus colegas académicos como a los yanomamis. Incluso Marshall Sahlins, un respetado antropólogo, dimitió de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos al enterarse de que Napoleon Chagnon había sido seleccionado para ingresar en dicha comunidad intelectual. Activistas humanitarios denunciaron las supuestas prácticas a las que fueron sometidos los yanomamis, realizadas por un discípulo de Napoleon.  Este podría haber inoculado a integrantes de la tribu con la vacuna Edmonston B, para observar, con trágicos resultados, los síntomas parecidos al sarampión. 

Autor| Antonio Pascual García
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