Canibalismo en una expedición británica malograda del siglo XIX al Ártico

Huesos fracturados revelan que hubo canibalismo entre unos malogrados exploradores del Ártico

Restos del navío HMS Erebus perdido en el Ártico
Los tripulantes de una expedición malograda del siglo XIX, que terminaron atrapados en el Ártico canadiense, acabaron practicando un tipo particularmente horripilante de canibalismo, según sugiere una reciente investigación realizada.

Se trata de la conocida como “expedición perdida de Franklin”, un viaje británico de exploración del Ártico, dirigido por el capitán sir John Franklin, que partió de un puerto de Inglaterra en el año 1845 y no volvió a regresar.

Franklin era un oficial de la Armada Real británica y un experimentado explorador que ya había participado en otras tres expediciones árticas anteriores, las dos últimas como comandante en jefe. En su cuarta y última expedición, iniciada cuando contaba con 59 años, tenía como objetivo explorar y atravesar el último tramo del Paso del Noroeste hacia Oriente, que aún permanecía inexplorado.

Zarpó con el HMS Erebus, de 378 toneladas, y el HMS Terror, de 331 toneladas, que eran barcos muy sólidos, protegidos contra el hielo, y bien equipados con los últimos avances técnicos en náutica. Además iban dotados de una gran biblioteca, con más de mil volúmenes, y provisiones para unos tres años compuestas por conservas tradicionales y por un moderno sistema de conservación en latas.

Sin embargo, por desgracia, los alimentos en lata se pidieron de forma precipitada y a un precio muy bajo al proveedor Stephen Goldner, quien fabricó 8000 latas en poco tiempo. Posteriormente se supo que, claro está, las latas de comida se habían soldado con plomo, de una forma burda y descuidada, llegando incluso a gotear parte de la soldadura en el interior de los envases.

La fatalidad quiso que ese mismo año de 1845 Franklin, y los 128 miembros de la tripulación que le acompañaban, murieran al quedar sus navíos atrapados en el hielo que cubría el estrecho Victoria, en las cercanías de la Isla del Rey Guillermo, en el ártico canadiense.

Después de dos años de que Franklin zarpara, y sin tener noticias en tierra de él, la preocupación pública creció. Lady Jane Franklin, algunos miembros del Parlamento y la prensa británica instaron al Almirantazgo para que enviase una expedición de búsqueda.

El Almirantazgo cedió a la presión y envió en 1948 tres equipo de rastreo, uno por tierra y dos por mar, pero fracasaron. No obstante, la búsqueda de Franklin pasó a ser nada menos que una cruzada y fueron muchos los que se sumaron a la búsqueda.

Finalmente, en 1850, se encontraron los primeros vestigios de los hombres desaparecidos, incluso las tumbas de John Shaw Torrington, John Hartnell y William Braine. Aunque no se hallaron mensajes algunos de la expedición de Franklin en ese lugar.

A pesar de que los científicos ya suponían que los marineros probablemente habían tenido que recurrir al canibalismo para sobrevivir, un nuevo estudio dirigido por Simon Mays revela los verdaderos extremos a los que la tripulación se vio obligada a llegar. Los exploradores hambrientos no sólo cortaron la carne del cuerpo de sus compañeros, sino que también resquebrajaron los huesos para chupar el nutritivo tuétano de su interior.

La desesperada tripulación, atrapada en el hielo, decidió abandonar las naves cargadas de alimentos y caminar 1000 millas (1609 kilómetros) hasta un puesto comercial cercano de la Bahía de Hudson. El plan era temerario, ya que la zona era muy pobre en recursos alimentarios, unas pocas aves árticas y muy poca pesca, dificultada además por el espesor del hielo.

Ninguno de los miembros de la tripulación llegó a hacer más de una quinta parte del camino hacia su meta y, durante años, nadie supo lo que había sucedido. Sin embargo, durante los siguientes 150 años, los científicos han ido encontrando más y más restos de la tripulación e, incluso, las propias naves.

Los individuos hallados en estos años presentaban marcar de corte en muchos de sus huesos, por lo que se ha llegado a esa conclusión de que fueron fracturados para extraer la carne y el tuétano. Además se ha descubierto que muchos de los miembros de la tripulación murieron antes de abandonar las naves ¿pudo ser por el envenenamiento del plomo de las latas de conserva o por escorbuto por la falta de vitamina C? Los futuros estudios deberán aclararlo.

Imagen| Blasting News

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