Al-Ándalus
es uno de los territorios soñados por el autodeterminado ‘Estado Islámico’ dentro de su idea
del Califato Universal
Califato Universal anhelado por el 'Estado Islmámico' |
La oleada de
atentados
yihadistas producidos en París ha desatado el pánico. Todo el mundo, y
especialmente ciertos países europeos amenazados directamente por el ‘Estado
Islámico’, temen por su seguridad. El terrorismo
yihadista, ya desde tiempos de Al Qaeda, ha cambiado el concepto clásico de la guerra.
En el imaginario
yihadista ronda la idea de crear lo que ellos denominan un Califato Universal en el que impere la ley islámica, o su
interpretación radical de la misma, y que englobe a todos los territorios que
alguna vez han estado en manos del Islam. Dentro de esta idea de Califato
Universal, el zenit
está en la recuperación del territorio
de al-Ándalus. Pero ¿qué territorios formaron parte de al-Ándalus? Y ¿cómo estaban organizados?
Se tiene la
idea equivocada de que con el término ‘al-Ándalus’
se hace referencia sólo al territorio que, más o menos, comprende la actual Comunidad
Autónoma de Andalucía, pero esa concepción es equivocada. La terminología de ‘al-Ándalus’
hace referencia a todas aquellas tierras que estuvieron bajo el dominio
musulmán en toda la península Ibérica y en una pequeña parte del sureste de
Francia, desde el año 711 hasta el 1492 cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos.
En lo que
sigue, analizaremos cómo se organizó este territorio a lo largo de su historia desde
la llegada de los primeros musulmanes en el año 711 hasta su expulsión en 1492,
durante el reinado de los Reyes Católicos.
Un breve recorrido
desde los tiempos de Mahoma hasta la llegada a la península Ibérica
La expansión musulmana
comenzó en el año 622 cuando Mahoma, con la Hégira, abandonó La Meca y se dirigió a Yatrib (Medina). Allí
organizó una comunidad de seguidores
que era lo bastante fuerte como para hacerse con el control de toda Arabia.
Tras su muerte, en el 632, el islam comenzó a expandirse fugazmente fuera de
la península arábiga dirigido por los cuatro Califas perfectos. Abu Bakr, que unificó toda Arabia; Umar, que conquistó Persia, Siria,
Palestina, Mesopotamia y Egipto; Utman
que avanzó por el norte de África, donde sometió Tripolitania y Cirenaica, e
incorporó algunas islas del Egeo; y Alí,
el último de los Califas ortodoxos, que fue derrotado por el omeya Muawiya en la batalla de Siffin (657).
Expansión del Islam desde Mahoma hasta los Abasidas |
En pocos años se formó un gran Imperio, pero ¿a qué pudo deberse esta
vertiginosa
expansión islámica?
Los investigadores se decantan por factores como el agotamiento de los imperios
persa y bizantino, el empleo de nuevas tácticas de guerra, la fuerza de la
nueva religión y su tolerancia, o el hambre. Lo cierto, en mi opinión, es que una
de las claves pudo estar en el apasionamiento
que imprime la mentalidad emocional en el hombre religioso. Tal es el caso del
musulmán y del concepto de yihad
o guerra santa.
El Califa Muawiya, en el 661, inauguró la dinastía Omeya y trasladó la
capital del imperio a Damasco. Su sucesor, Abd al-Malik, consiguió establecer un poder fuerte,
unificando todo el mundo islámico bajo su autoridad, y continuó la expansión por
el norte de África. Walid I, al fin, alcanzó la región del Indo, por
el este, y llegó hasta más allá del estrecho de Gibraltar, por el oeste.
El imperio islámico se
encontraba ya a las puertas de la
Hispania visigoda. No obstante, Musa ibn Nusayr, el emir de Walid en
Ifriqiya y Magrib, no pretendía la conquista de estas tierras, sino que fueron las
circunstancias las que le llevaron a hacerlo. La complicada situación interna
que atravesaba el Reino visigodo, por asuntos sucesorios, dividió a la nobleza visigoda en dos facciones: los seguidores de
don Rodrigo y los de Witiza. Musa pactó una alianza con el conde don Julián,
partidario de Witiza, y realizó una primera
incursión en el 710. La expedición determinaría el inicio de la conquista
de casi toda la península Ibérica.
El paso decisivo del
estrecho se produjo en el 711,
con un ejército compuesto por varios miles de beréberes al mando de Tariq ben
Ziyad, un lugar teniente de Musa. Don Rodrigo intentó detenerlos, pero fue
derrotado en la batalla de Guadalete.
El camino quedó libre, así que Musa cruzó el estrecho, al frente de un ejército
formado mayoritariamente por árabes, para seguir avanzando.
En pocos años
controlaron casi todo el territorio, ya que hubo poca resistencia hispana. Una
gran parte de la población nativa deseaba liberarse del angustioso yugo
visigodo y, de este modo, recibieron a los invasores como liberadores. Los
musulmanes siguieron avanzando hacia Francia donde, al fin, fueron frenados
por las tropas francas conducidas por Carlos Martel, en la batalla de
Poitiers. Se puso fin al avance islámico por occidente.
Entre tanto, los
cristianos ya preparaban la reconquista. La derrota que don Pelayo infligió a los musulmanes en la batalla de Covadonga, en el 722, fue uno de sus grandes hitos.
La
organización territorial hasta Abd al-Rahman III
Como hemos analizado, desde
Mahoma hasta la dinastía Omeya, los musulmanes se expandieron fugazmente y
llegaron a controlar grandes extensiones territoriales, pero ¿cómo se organizaron esas zonas tan
extensas y heterogéneas?
Miniatura en la que se representa a Abd al-Rahman I, miembro de la dinastía omeya |
El existo de la expansión
y la organización inicial del Imperio islámico se fundamentó en la tolerancia hacia las diversas culturas
que lo fueron integrando. A los pueblos que reconocían la soberanía del Califa
de Damasco, pacíficamente, se les otorgaba la categoría de dimmies y se
les respetaba su cultura, sus tierras e, incluso, sus cargos. Y si, además,
pasaban a ser mawlas o convertidos al Islam obtenían ciertos beneficios, como
una reducción de las cargas fiscales.
En el Imperio, la cima de la pirámide la ocupaba el Califa,
el dirigente político-religioso de todo el territorio islámico, que estaba asesorado
por la sura, un gran órgano consultivo. En el segundo escalón
piramidal, en tiempos de los Omeyas, se encontraban los emires, encargados del gobierno de las cinco grandes provincias
imperiales que tenían sus sedes en Kufa, Medina, Mosul, Fustat y Kairuán. Los qadis,
por debajo, eran unos jueces nombrados por estos emires que se encargaban de
aplicar la sharia o ley islámica. Por
último, el aparato administrativo, de
fuerte influencia siria, bizantina e iraní, daba cohesión a todo este entramado.
Tras su conquista, y
como emirato dependiente de Damasco, al-Ándalus
pasó a formar parte de la provincia de Ifriqiya y a ser gobernada por Musa
ibn Nusayr. Este walí servía, tanto
política como religiosamente, al Califa de Damasco. Más tarde, en el año 714, Musa fue
sustituido en el cargo por su hijo Abd al-Aziz y, más tarde, por otros walíes. Desde entonces se empezó a
denominar como al-Ándalus a todas las
tierras hispanas ocupadas por los musulmanes.
La situación política
andalusí cambió cuando Marwan II, el último Califa omeya, fue derrotado en la
batalla del Gran Zab. Se precipitó, con este y otros acontecimiento, el cambio de la dinastía Omeya por la Abasida.
Su fundador, Abu-I-Abbas, persiguió y masacró a todos los omeyas, excepto a Abd
al-Rahman, que escapó a al-Ándalus. Aquí, en tierras andalusíes, tomó el mando
y fundó el emirato independiente de
Córdoba en el 756. Entonces, al-Ándalus se independizó políticamente de
Bagdad, la nueva capital abasí.
Abd
al-Rahman I asumió la concentración de todos los poderes políticos y jurídicos, y se apoyó en la figura del hachib, un primer ministro que encauzaba
la labor de los visires y los qadis. Sus
sucesores tuvieron que hacer frente a las diferentes revueltas internas, esparcidas
por el tiempo y el espacio, protagonizadas por mozárabes, beréberes y muladíes.
Al fin, con la subida al trono de Abd al-Rahman III en 912, se consiguió pacificar
los territorios y se restableció la autoridad real.
Uno de los grandes
hitos andalusíes se produjo en el año 929 cuando Abd al-Rahman III inauguró el Califato Independiente de Córdoba, con su
proclamación como Califa, y dejó de reconocer la supremacía religiosa de
Bagdad. Su mandato, y el de sus sucesores, destacó por la estabilidad política,
la prosperidad económica y la fortaleza de un ejército que pudo contener las
revueltas internas y el empuje de los Reinos cristianos del norte.
La
división geográfica de al-Ándalus desde su conquista hasta Abd al-Rahman III
Hasta aquí hemos examinado
cómo se organizó al-Ándalus desde su conquista hasta Abd al-Rahman III, pero
¿cómo se estructuró su territorio en todo este tiempo? Las fuentes escritas no dejan muy claro si perduró la antigua
distribución territorial hispano-visigoda o si sólo subsistió su estructura
administrativa. Lo cierto es que se conservaron los antiguos cargos de los comes civitatis, dux provinciae y iudex, pero
denominados como sahib al-madina, qa´id al-kura y qadi.
Mapa de la situación del territorio de al-Ándalus en el año 756 |
Hixam I, el Califa omeya,
envió algunas tropas sirias de Oriente a Ifriqiya para reprimir las rebeliones
bereberes, pero fueron derrotadas. Los sirios
supervivientes cruzaron el estrecho para ayudar al wali andalusí Abd al-Malik ibn Qatan. Consiguieron apagar los focos
rebeldes, se diseminaron por al-Ándalus y
se asentaron en múltiples yund-s
(distritos militares). Es una de las primeras referencias que tenemos de la
distribución territorial andalusí. Se puede diferenciar hasta seis yund-s diferentes en el actual
territorio de Andalucía: el yund de
Damasco ubicado en Ilbira (Granada),
el de Emesa en Ixbilia (Sevilla), el
de Qinnasrin en Yayyan (Jaén), el del
Jordán en Rayya (Málaga), el de
Palestina en Siduna (Medina Sidonia)
y el de Egipto en Tudmir (Murcia) y
el Algarve.
A partir de la época de Abd al-Rahman I, se fragmentó al-Ándalus en
dos grandes unidades geográficas. Una
era la kura, una división
administrativa básica, capitalizada en la madina
y gobernada por un qa´id. Su término geográfico podía coincidir
con las antiguas diócesis o condados visigodos. Cada kura podía fragmentarse en aqalim
(distritos), centralizados en los husûn,
que se subdividían en ayza (partidos).
Otra unidad territorial era el tagr, una marca fronteriza con los Reinos
cristianos del norte. Se pudieron diferenciar al menos tres tugur en época califal: al-tagr al-aqsa (Frontera Superior o
Marca de Zaragoza), al-tagr al-wasta
(Frontera Media o Marca de Toledo) y al-tagr
al-garbi (Frontera Occidental).
A menor escala, la toponimia del sur peninsular nos ha
dejado el registro de dos nuevos tipos de asentamientos islámicos. Los husûn, primero,
que son unas construcciones fortificadas ubicadas en puntos altos de la
geografía andalusí, del tipo de Hisn al-Faraÿ (San
Juan de Aznalfarache), y controladas directamente por el Estado. Y los
qa´la, segundo, que son poblamientos agrarios,
ubicados en el valle del Guadalquivir, del tipo Alcalá del Río o Alcalá de Guadaíra.
También tenemos
constancia de la formación del clásico sistema
de alquerías. Las qarya eran unidades
básicas de producción rural, de poco tamaño y casi autosuficientes. La mayoría
eran de nueva fundación, pero algunas procedían de las antiguas villae visigodas. Podían estar
fortificadas o dentro del área de control de algún hisn. Algunas qarya evolucionaron
a verdaderas “comunidades castrales”, a partir del siglo X, y llegaron a
articular las comarcas aledañas.
El sistema de alquerías
estaba muy relacionado con el modelo tribal islámico, es decir, el Estado dirigía
a la comunidad musulmana (umma) sin contar con poderes
intermediarios. Así, los husûn podían funcionar bien como centros de control del
fisco y de la producción, o bien como centros defensivos en caso de peligro. Con
este sistema se consiguió centralizar la administración de los territorios hasta
el final del califato independiente de Córdoba.
La organización
territorial desde Abd al-Rahman III hasta
el Reino nazarí
Abd
al-Rahman III asumió
en su persona los poderes político y religioso y, en el año 929, proclamó el Califato Independiente de
Córdoba. Más tarde, en el 936, levantó la ciudad palaciega de Madīnat al-Zahrā' (“la ciudad de la flor”), donde residió
junto a su corte.
Recreación de la corte de Abd al-Rahman III |
En lo referente a la política
interior, tanto él
como sus sucesores supieron mantener el
equilibrio de la población andalusí favoreciendo la integración étnico-cultural
entre bereberes, árabes, hispanos y judíos. De la misma forma, como
detallaremos más adelante, asentaron
el Estado califal en tres pilares
fundamentales: el Califa, la administración y la hacienda. En el exterior, mantuvieron
una intensa actividad diplomática con los Reinos cristianos del norte, con el
Magreb y con los países del Mediterráneo.
La situación cambió con Hisam II
(976-1012), quien dejó el poder real en manos de Almanzor, su hachid. Almanzor trasladó la administración a
Madīnat
al-Zāhira, para alejarla de la capital cordobesa, y sostuvo su
mandato gracias a una dictadura de carácter militar. Fue sucedido en el
gobierno por sus hijos, lo que favoreció la fitna,
y el Estado se fraccionó por problemas de legitimidad sucesorios.
El califato, en
consecuencia, se desintegró en múltiples
reinos de taifas, pero los más poderosos se expandieron y se reagruparon, en
la segunda mitad del siglo XI, en los reinos de Zaragoza, Badajoz, Toledo,
Granada y Sevilla. Esta situación fue aprovechada por los reinos cristianos que
se expandieron y llegaron a tomar Toledo, en 1085, con el rey Alfonso VI. Los
reyezuelos de Sevilla, Badajoz y Córdoba, en vista de los acontecimientos, solicitaron ayuda a los almorávides.
La dinastía de los almorávides surgió,
de la tribu bereber de los Lamtuna,
como un movimiento político y religioso. Sus fundamentos estaban basados
en la austeridad y en la pureza religiosa islámica.
Yusuf ibn Tasufin, el primer emir almorávide, acudió a la
solicitud de auxilio de sus correligionarios. Consiguieron infligir algunas
derrotas a Alfonso VI, controlar a los
reyes taifas y, por ende, incorporar al-Ándalus a su Imperio como una nueva
provincia. Sin embargo, el hundimiento del poder almorávide precipitó la
aparición de los segundos reinos taifas,
que tuvieron una efímera existencia porque pronto llegó una nueva invasión protagonizada por los almohades.
La dinastía almohade surgió en el
Magreb, como un nuevo movimiento religioso, encabezada por el guerrero Ibn Tumart. Tras derrocar a sus
predecesores, los almohades controlaron casi todo el norte de África e,
incluso, conquistaron al-Ándalus. En tierras andalusíes, situaron la nueva capital en Sevilla y consiguieron que la ciudad
hispalense viviera una época de
cierta prosperidad económica y cultural.
Capitulación de Granada: Boabdil entrega las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos |
Los reinos cristianos,
en vista de los nuevos acontecimientos, organizaron una cruzada y vencieron a los musulmanes en la batalla
de las Navas de Tolosa en 1212. Al poco tiempo, el califato almohade
terminó hundiéndose.
Al-Ándalus volvió a
fragmentarse en los terceros reinos
taifas. El avance castellano comenzó a hacerse imparable
con Fernando III, que se hizo con gran parte de las ciudades andalusíes,
incluida Sevilla. Desde entonces, sólo
consiguió sobrevivir el Reino nazarí de Granada hasta que, en 1492, Boabdil capituló ante los Reyes Católicos, entregándoles
Granada.
La
división geográfica desde Abd al-Rahman
III hasta el Reino nazarí
Mapa de al-Ándalus en tiempos de Abd al-Rahman III |
En el apartado anterior
hemos estudiado cómo se organizó al-Ándalus desde Abd al-Rahman III hasta la
caída del Reino nazarí de Granada, pero ¿cómo evolucionó su configuración territorial durante todo
este tiempo?
Desde Abd al-Rahman
III, el Estado califal andalusí se asentó en tres pilares fundamentales: el Califa,
con un poder absoluto; la administración,
controlada por los visires y el hachib; y la hacienda, en manos de los tesoreros. En este contexto, al-Ándalus organizó
su administración provincial dividiendo el territorio en veintidós kuwar, o
provincias, gobernadas por walíes, y
defendidas militarmente por la figura del qa´id
al-kura. Cada kura se subdividía
en aqalim,
o distritos, encabezados por algún hisn. Cada uno de estos distritos se subdividía en ayza
o partidos. Asimismo, seguían existiendo los tugur, que eran las
marcas fronterizas con los Reinos cristianos del norte.
A partir de 1035, tras el
colapso del califato Omeya, al-Ándalus se fragmentó en diversos reinos taifas
y, por la inestabilidad política, aumentó el número de fortificaciones. Las kuwar
se declararon independientes y terminaron preponderando las más poderosas: Zaragoza,
Badajoz, Toledo, Granada y Sevilla.
Con la llegada y ocupación de los almorávides, según el geógrafo
hispanomusulmán al-Idrisi, se mantuvo la división territorial en kuwar
y se respetaron sus funciones político-administrativas. Destacó en sus textos
las circunscripciones provinciales de Sevilla, Córdoba, Jaén, Málaga, Granada y
Silves (Niebla). Asimismo, describió las vías
de comunicación que las enlazaba y determinó su origen en las antiguas viae tardorromanas.
Con los almohades, se trasladó la capital a
Sevilla y, según el geógrafo Ibn Said al-Maghribi, se dividió el territorio en
los reinos de Córdoba, Sevilla, Málaga, Jaén, Granada y Almería. También se reordenaron y se fortificaron los territorios
para defenderse de la amenaza cristiana.
Situación de al-Ándalus en 1212 |
En el siglo XIII, los cristianos conquistaron
la mayor parte de los territorios del sur peninsular. Con Fernando III de Castilla se ocupó la Baja Extremadura, Sevilla,
Córdoba, Jaén y Murcia, y desde Alfonso X el Sabio se consolidó todo este nuevo
territorio.
Coexistieron las dos estructuras socioeconómicas.
Por un lado, se mantuvo la estructura de poblamiento rural, basada en la qarya,
hasta la revuelta mudéjar de mediados del siglo XIII. Sin embargo, muchas
alquerías se concedieron como donadíos
a los grandes señores feudales o a las Órdenes Militares que participaron en la Reconquista. Por otro lado, los
espacios periurbanos fueron enajenados y cedidos como heredamientos a los repobladores cristianos. La implantación
definitiva del modelo territorial feudal no se produjo hasta el siglo XIV.
Situación de al-Ándalus en 1265 |
Por último, según Ibn
al-Jatib, el reino nazarí de Granada
ocupó los territorios de las antiguas Kuwar
de Elvira (Granada), Rayya (Málaga)
y Pechina (Almería), y se estructuró en
33 aqalim centralizados en algún
núcleo de población relevante. Sin embargo, en algunas zonas, como en la
Alpujarra, se produjeron estructuras territoriales propias como la taha,
que era un distrito administrativo que se mantuvo hasta la época cristiana.
Bibliografía
IBN ABD AL-HAKAM, Conquista
del Norte de África y de España. Valencia, Anúbar, 1966.
SÁNCHEZ-ALBORNOZ, C. La
España musulmana (2 volúmenes). Madrid, Espasa-Calpe, 1978.
Autor| José Antonio Cabezas Vigara
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