El enigma solar de Peñalba de Santiago.

La iglesia berciana y San Miguel de Celanova, dos recintos cristianos hermanados por una arquitectura oculta.
El enigma solar de Peñalba de Santiago.
Nada es casual en la iglesia berciana de Peñalba de Santiago, ni la ubicación ni la decoración. Todo parece pensado con un único propósito: adorar al sol. El historiador leonés David Gustavo López publica esta semana Los últimos Priscilianistas. El enigma solar de Santiago de Peñalba y San Miguel de Celanova. El libro expone una fascinante teoría.

Existe en la iglesia fundada por el obispo Salomón en el año 937 una piedra misteriosa que hasta la fecha sólo ha sido mencionada de pasada por los investigadores. Sobre una pequeña ventana con forma de saetera situada en el muro meridional de la capilla sur (actualmente la sacristía) hay un enigmático petroglifo, que David Gustavo López ha denominado ‘La piedra de la cacería’. En él hay grabadas siete figuras esquemáticas similares a las aparecidas en los abundantes petroglifos descubiertos en la Maragatería por Juan Carlos Campos, datados en la Edad del Bronce. Gustavo López no se atreve a aventurar si se trata de una piedra reutilizada en la iglesia o si, por el contrario, es del siglo X y supone la asunción de creencias ancestrales por parte de los constructores.

El petroglifo de Peñalba, con dos antropomorfos (números 1 y 2), dos ramiformes (3 y 4),
un círculo solar (5) y dos cruces (6 y 7). // David Gustavo López
En la piedra hay una hendidura rectangular que hace sospechar que hubo alguna inscripción tallada que en algún momento fue robada. En el petroglifo hay representados dos antropomorfos en una escena de caza; uno de ellos parece portar en la mano una lanza. Otras dos figuras muestran un motivo típico del Arte Esquemático, conocido como ‘ramiforme’ o, lo que es lo mismo, en este caso y tras razonadas interpretaciones, los dibujos de dos ciervos. La quinta figura es un círculo solar (un círculo con una cruz inscrita). Y, por último, hay dos cruces que, en este caso, han sido cinceladas con trazos menos profundos que los otros cinco pictogramas y ejecutados por abrasión, mediante el frotamiento con una piedra u objeto duro, cuya posible función es la de cristianizar el conjunto de las demás figuras.

Capilla mozárabe de Celanova con el 'outeiro' delante.
Derecha, ventana de Peñalba 'alineada' con el solsticio. 
// David Gustavo López
La conjunción del círculo con cruz inscrita y de los ramiformes-cérvidos de Peñalba estaría representando la actuación del Dios Sol, elemento masculino fecundador, sobre la naturaleza o Diosa Tierra, simbolizada en las astas de un ciervo que va a ser cazado. ‘La piedra de la cacería’ no es el único petroglifo de Peñalba de Santiago. Hay otro que pasa más desapercibido en el suelo de la nave central. Se trata de varios círculos concéntricos incompletos en su perímetro.

La curiosidad es que ambos petroglifos —el exterior, con el dibujo de la cacería; y el interior, en el pavimento de la iglesia— son iluminados por el sol al mediodía (doce hora solar) del solsticio de invierno (21-22 de diciembre actual). En esta fecha el haz solar que penetra por la ventana del petroglifo incide en el grabado del suelo en su punto medio, en la cazoleta que marca el centro de los círculos concéntricos.

Los artífices.

¿Quién fue el ideólogo de este ‘reloj solar’? Gustavo López cree que la respuesta hay que buscarla entre los principales involucrados en la construcción de Peñalba.

El obispo Salomón, discípulo de San Genadio, puso todo su empeño en construir un retiro para san Genadio en Peñalba y no en el valle del Silencio como quería el santo ermitaño. En varios documentos relevantes de Peñalba aparece, junto a la firma de Salomón las de san Rosendo y su hermano el conde Froilán, todos ellos emparentados con la monarquía leonesa (Ramiro II). Estos dos últimos construyeron en la huerta del monasterio de Celanova, que san Rosendo había fundado, una capilla mozárabe dedicada a San Miguel de un parecido extraordinario con Peñalba de Santiago. Este oratorio, a cuyos pies hay un ‘outeiro’, piedra sagrada también con varios petroglifos. El outeiro está alineado con la ventana saetera del ábside del oratorio y con el punto de salida del sol en los equinoccios de primavera y otoño. Peñalba y San Miguel de Celanova son «los últimos recintos sagrados de un cristianismo heliolátrico, fundados, curiosamente, por hombres que fueron sabios y santos».

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