La arqueóloga austriaca Hilke Thur asegura que los restos mortales hallados
en una tumba de Éfeso pertenecen a Arsíone IV, asesinada por orden de su cuñado
Marco Antonio.
Reconstrucción en 3D del rostro de Arsíone. |
¿Son los restos encontrados en la misteriosa tumba conocida como «el Octágono», en Éfeso, los de la hermana de Cleopatra, asesinada por orden de su amante Marco Antonio? Eso asegura la arqueóloga austriaca Hilke Thur, especialista en esta ciudad de la actual Turquía. Hace diez años, Thur encontró un esqueleto de mujer joven en el interior de dicho recinto funerario. Un esqueleto que, afirma ahora esta especialista, pertenece a Arsínoe IV, hija del mismo padre que la famosa soberana de Egipto.
Thur se encuentra estos días en Estados Unidos, donde está dando un ciclo de conferencias sobre su presunto descubrimiento patrocinadas por la asociación de Amigos Americanos de Turquía.
«Cuando empecé a trabajar con la arquitectura del Octágono y el edificio adyacente no se sabía a quién pertenecía el esqueleto que había dentro. Entonces encontré que algunos escritores de la antigüedad nos decían que en el año 41 a.C, Arsínoe IV, la medio hermana de Cleopatra, fue asesinada en Éfeso por Cleopatra y su amante romano, Marco Antonio», explica Thur en una entrevista que ha concedido al periódico «News Observer».
«Dado que el edificio data, por su tipo y decoración, de la segunda mitad del primer siglo a.C., encaja bastante bien. Fui atando cabos», asegura.
Hallazgo muy grande.
La tumba, en rigor, fue descubierta en 1926, y la calavera de su ocupante fue trasladada a Alemania para ser estudiada, donde desapareció durante la II Guerra Mundial. Pero Thur ha basado parcialmente sus estudios en las fotografías y diagramas que se tomaron entonces.
«Arsínoe consiguió unir a todas las facciones egipcias, creando un frente común contra Roma y Cleopatra. Si realmente se ha conseguido demostrar que los restos econtrados son los suyos, estamos ante algo muy grande», considera el arqueólogo Aníbal González-Arintero, especialista en el mundo clásico mediterráneo.
Las evidencias científicas son cada vez más sólidas. La prueba de carbono 14 ha datado el esqueleto entre el año 200 y el 20 a.C., y los análisis forenses confirman que los huesos pertenecen a una mujer de entre 15 y 20 años, datos que podrían corresponderse con los de Arsínoe. Además, la ausencia de restos de enfermedad o malnutrición apuntan a una muerte súbita debida a un accidente o ejecución.
Los restos han sido examinados por el antropólogo Fabian Kanz, quien en un principio era bastante escéptico al respecto. «Tratamos de descartar que fuese Arsínoe. Usamos todos los métodos a mano para encontrar algo que nos permitiese decir ‘No puede ser Arsínoe por esto y esto’», ha asegurado Kanz. Pero ante la coincidencia de evidencias, ha ido cambiando de opinión poco a poco.
La antropóloga forense Caroline Wilkinson reconstruyó la calavera desaparecida a partir de las medidas tomadas en los años 20, y creando un molde facial por ordenador. «La cabeza tiene esta forma alargada. Esto es algo que se ve con frecuencia en los antiguos egipcios y negros africanos. Sugiere una mezcla de ancestros», dijo Wilkinson tras publicar su modelo por computadora.
Evidencias irrefutables.
Para Thur, además, las evidencias arqueológicas son irrefutables. «En la antigüedad, a la gente ordinaria no se le enterraba dentro de la ciudad, así que el cuerpo debe haber pertenecido a una persona especial», dice la austriaca. «La forma del edificio, un monumento funerario imperial, recuerda al famoso Faro de Alejandría. La parte central de la torre del faro era octogonal, lo que era bastante inusual en aquella época», asegura.
Las pruebas de ADN, sin embargo, no han resultado concluyentes, algo que Thur explica por los dos mil años de antigüedad del esqueleto y la cantidad de personas que lo han manipulado. Pero desdeña las críticas de otros especialistas que consideran que las evidencias son insuficientes para dar por seguro que estos restos pertenezcan realmente a Arsínoe. «Este tipo de cuestionamiento académico es normal. Ocurre. Son una especia de celos profesionales», afirma la arqueóloga.
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