Los últimos neandertales residieron en Cantabria y no en Gibraltar.

España reescribe el final de los neandertales. Un nuevo estudio asegura que su último habitat estuvo en el norte de la Península Ibérica.



Según informa Esmateria.com, hace 40.000 años Europa ya estaba en crisis. El clima se volvió loco y las olas de frío cayeron sobre el continente con una rapidez inusitada. La vegetación habitual desapareció, los animales migraron en busca de pasto y los humanos pasaron hambre y frío. Era el momento perfecto para extinguirse y eso fue lo que les sucedió a los humanos del continente, los neandertales.
Desde entonces nadie ha podido aclarar por qué una especie inteligente y adaptada al continente durante más de 150.000 años desapareció para siempre. Tampoco ha sido fácil afinar la fecha en la que sucedió la extinción ni si los Homo sapiens, humanos modernos como los que hoy abarrotan el planeta, la aceleraron. Son asuntos que están en continua revisión y que ocasionan auténticas batallas científicas. Muchas de ellas se libran en España, donde se piensa que habitaron los últimos neandertales.
Dos nuevos hallazgos han reabierto ahora la polémica. Hasta ahora se pensaba que los últimos neandertales sobrevivieron en el sur de España, refugiados en lugares cálidos como el entorno de Gibraltar, donde la caza y la pesca les sustentó hasta hace unos 28.000 años. Los nuevos hallazgos apuntan en otra dirección, en concreto, hacia el norte.
El primer descubrimiento es un fósil humano encontrado a orillas del río Jarama a su paso por Guadalajara que indica que los últimos neandertales vivieron en esta zona 10.000 años antes de lo que se pensaba. La fecha hace poco probable que los Homo sapiens contactasen con sus parientes los Homo neanderthalensis, ni que tuviesen algo que ver con su desaparición. El segundo hallazgo, hecho en Cantabria, sugiere todo lo contrario. Los neandertales sí habrían sobrevivido al frío , la escasez de comida y la llegada de los humanos modernos mucho más tiempo del que se creía. Según los datos, los últimos neandertales de la Península no vivieron en las costas del sur, sino en las montañas del norte.

Un fósil en el redil.

«Con los datos sobre la mesa, podemos decir que los humanos modernos no intervinieron en la extinción, pues habrían llegado a una Península sin neandertales», asegura Jesús Jordá, geólogo de la UNED y responsable de las excavaciones en el yacimiento de Jarama VI, cerca del pueblo de Valdesotos. En una cueva que los pastores usaban como redil de cabras, Jordá ha encontrado un hueso fosilizado que, tras ser identificado en 2008, resultó ser un metatarso del pie izquierdo de un humano.
Algunos rasgos del hueso parecen neandertales y la datación de carbono 14 le da una fecha de unos 30.000 años, lo que convertiría a su dueño en uno de los últimos de su especie en la Península, como explica el equipo de Jordá en Journal of Human Evolution. Tras el descubrimiento, científicos de Alemania y Reino Unido se interesaron por el remoto redil del Jarama. Un equipo de la Universidad de Oxford pidió permiso a Jordá para analizar los restos de su yacimiento y aplicarles una nueva tecnología que habían desarrollado para fechar fósiles. Se llamaba ultrafiltración y, desde que la inventaron en 2001, sus resultados han echado por tierra fechas y teorías de evolución humana asentados durante décadas.

El método que mejora el carbono 14.

En España, la ultrafiltración ha envejecido el metatarso de Jordá unos 10.000 años, según un estudio que ambos publicarán pronto. La técnica también ha envejecido otra mandíbula, la de Zafarraya (Málaga), uno de los fósiles neandertales más recientes que existen en el mundo. Se consideraba que tenía 33.000 años, pero la nueva fecha de Rachel Wood, experta en ultrafiltración de la Universidad Nacional de Australia, es de «unos 10.000 años más», según Jordá. Los datos aún no se han publicado, pero indicarían que, en el sur de la Península, los neandertales desaparecieron antes de la llegada de los sapiens a esta zona. «Creo que, por ahora, no hay evidencia de contacto entre ambas especies», asegura Wood, quien, en un esfuerzo de revisión, también ha datado con su nueva técnica 10 yacimientos neandertales y sapiens del norte de España.
Todo encajaría a la perfección para Wood si no fuera por El Esquilleu, una cueva en plena cordillera cantábrica cuyos neandertales se empeñan en llevarle la contraria. Las excavaciones en este yacimiento han desvelado una presencia neandertal durante decenas de miles de años. Se han desenterrado camastros fosilizados hechos con hierba de hace unos 50.000 años. También abundan herramientas bien talladas, fabricadas con piedra seleccionada a tal efecto y traída de lejos. En aquella época, estas piezas eran la máxima expresión de la tecnología neandertal, conocida como musteriense. En los últimos niveles, los más recientes, los responsables de la excavación se toparon con algo inusual que han bautizado en Quaternary International como «la crónica de una crisis». Se trata de herramientas líticas hechas a toda prisa, con una búsqueda de materia prima “casi nula” y filos poco perfeccionados, explica Javier Baena, arqueólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y responsable de las excavaciones.

La última bolsa de resistencia.

«Los humanos llegaban, tallaban apresuradamente las herramientas que necesitaban para trocear a sus presas y se marchaban», relata Baena. Es un uso del terreno «dirigido a la simple subsistencia» que evidencia «los momentos finales de grupos de alta movilidad», apunta Baena. Según las nuevas dataciones de Wood , los niveles donde se hallaron esas herramientas tienen sólo 23.000 años, un récord mundial de modernidad para la tecnología neandertal. Si las fechas son correctas probarían que la de El Esquilleu fue la última bolsa de resistencia neandertal conocida. Sus miembros sobrevivieron, en continuo movimiento, hasta fechas más recientes que los neandertales de Gibraltar y hasta momentos en los que los humanos modernos ya estaban bien asentados en la zona.
Al contrario de lo que piensa Jordá, los sapiens sí habrían influido en su desaparición. Tras la llegada de los sapiens a la Península, los neandertales sufrieron el equivalente a un «estrés económico», opina Baena. Sus cazaderos fueron «sobreexplotados» por lo que debían estar en continuo movimiento de uno a otro en busca de presas. Esta situación les empujó a zonas «poco habitables» como el entorno de El Esquilleu donde cazan cabras y rebecos hasta que, finalmente, desaparecen. «Son comunidades que se agotan y se van extinguiendo», detalla Baena. Para el arqueólogo João Zilhão, que trabaja en otros yacimientos neandertales de España y Portugal, sólo hay una explicación posible a lo que se ha hallado. Los niveles de terreno que aportan las fechas más recientes están contaminados con “huesos y carbones no musterienses en niveles que, por su industria, sí son musterienses [neandertales]”, razona.
Zilhão, profesor de investigación de la Universidad de Barcelona, no es contrario a la hipótesis de que sapiens y neandertales contactasen en la Península. Su equipo ha mantenido que ambas especies incluso se cruzaron en este territorio. Se basa en el fósil de un niño enterrado de forma ritual en el abrigo de roca de Lagar Velho (Portugal) y que, según el arqueólogo, presenta en el cráneo una mezcla de rasgos neandertales y sapiens que evidencian la mezcla entre ambos linajes. Su propuesta la cuestionan muchos grupos, incluido el de Wood y Higham. Zilhão, a su vez, es uno de los mayores críticos de la ultrafiltración creada por sus colegas de Oxford, con los que ha librado una intensa batalla científica en defensa de que los neandertales eran capaces de pensamiento complejo y simbólico.
Numerosos colgantes hechos con dientes de animales de la cueva de Renne, a unos 200 kilómetros al sureste de París (Francia), serían una prueba de que sí lo eran. Zilhão cree que estos abalorios son neandertales. Pero cuando Higham y su equipo los dataron, descubrieron una horquilla de fechas muy amplia (de 49.000 a 21.000 años). Esto significaría que los restos fueron removidos por procesos geológicos y que no valen como prueba. Como en el caso de El Esquilleu, Zilhão cree que las dataciones de Higham se deben a errores de contaminacióncon carbono moderno pegado al original.
Wood está acorralada. Por un lado se resiste a aceptar que las fechas de El Esquilleu son un error de su nuevo sistema de datación y por otro no acepta que los neandertales pudiesen vivir hasta fechas tan recientes y en un lugar tan inesperado como Cantabria. Por eso la experta propone que las herramientas en cuestión fueron hechas en realidad por humanos modernos que copiaron el musteriense, el estilo de tallar la piedra de los neandertales.
La investigadora reconoce que no ha hablado aún con Baena sobre esta nueva explicación desde que publicó sus nuevas fechas de El Esquilleu. «Es la hipótesis menos creíble», contraataca el arqueólogo cuando las escucha de boca de este periodista. Añade que El Esquilleu «no indica cambio cultural, todo parece muy neandertal». El arqueólogo también critica el «excesivo divorcio» entre los investigadores que excavan y encuentran los fósiles y los expertos de laboratorios que realizan nuevas dataciones. «Sólo reciben muestras y las analizan», se queja Baena, que reprocha al equipo de Wood que «hay que estar en el campo, conocer el perfil [de una excavación] y el registro arqueológico».

Flautas de ave y mamut.

Wood y Higham no paran de revisar fósiles hallados por otros. Uno de sus últimos trabajos acaba de localizar los instrumentos musicales más antiguos del mundo. El estudio aporta una nueva fecha a huesos con marcas de corte que ya habían sido hallados en Geißenklösterle, al sur de Alemania. Junto a ellos se encontraron restos auriñacienses (el estilo tecnológico del sapiens), sobre todo flautas hechas con huesos de ave y marfil de mamut. Los restos tenían entre 33.000 y 37.000 años, según estudios anteriores, pero la ultrafiltración les da ahora unos 42.000 años y los convierte en los instrumentos más antiguos que se conocen. El trabajo implica que los humanos modernos llegaron (con la música) a Europa «2.000 o 3.000 años antes del deterioro climático en el que grandes icebergs se separaron de las placas de hielo en el Atlántico Norte y las temperaturas se desplomaron», según explica Higham en una nota de prensa sobre su último hallazgo.
«Hay que revisar todas las fechas”, dice ahora Wood sobre el sur de España. Añade que entre el 60% y el 70% de las dataciones que se han hecho hasta ahora son de carbono 14 convencional y susceptibles a “errores”. El problema es, según ella, que antes de poder obtener nuevas fechas hay que encontrar huesos nuevos, ya que otros materiales no funcionan bien con la ultrafiltración. Es lo que pasa con Gibraltar, uno de los supuestos refugios neandertales más recientes y que Wood no ha datado. ¿Dónde mirar entonces? La arqueóloga apunta a Murcia. Allí, en la cueva Antón, han aparecido supuestos colgantes de conchas y pinturas que se atribuyen a los neandertales y que demostrarían que sí poseían pensamiento complejo. Las conchas no pueden datarse, pero Wood cree que los expertos que siguen excavando tienen posibilidades de encontrar huesos de animales o incluso fósiles humanos. Como ya ha sucedido antes, no serán Wood ni Higham quienes excaven en busca de esos fósiles, sino Zilhão, que es el encargado de la excavación en esta cueva. El arqueólogo explica que allí hay un nivel del paleolítico medio datado en 37.500 años en el que se está desenterrando material nuevo y del que pronto habrá nuevos datos.

Gibraltar era un desierto.

Hace unas semanas, Gerd Weniger presentó en público a un neandertal canoso y vestido con traje azul que miraba al infinito en un jardín a las afueras de Düsseldorf. Era una reconstrucción a tamaño natural de la especie extinta que se exhibe en el Museo Neandertal de Alemania, dirigido por Weniger.
Desde hace tres años, este arqueólogo, etnólogo y zoólogo está embarcado en «Our way into Europe», uno de los mayores proyectos científicos que han intentado reconstruir al detalle el camino de las sucesivas poblaciones humanas en el continente. Weniger se centra en esclarecer si sapiens y neandertales llegaron a contactar en Europa y, para aclararlo, estudia yacimientos españoles como Jarama VI y Cueva Antón. Según sus últimos resultados, entre la extinción neandertal y la llegada de los primeros humanos modernos hubo un «vacío de miles de años». El cambio climático desató el frío en el norte del continente y convirtió el sur en un «entorno de alto riesgo y clima semiárido». El clima provocó una «macroextinción neandertal», según Weniger.
«La teoría de los refugios cálidos como el de Gibraltar no se sostendrá mucho tiempo», asegura el arqueólogo, que se basa en el gran registro climático grabado en los hielos profundos de Groenlandia y el subsuelo español, así como la datación directa de yacimientos en España. «Por el momento estamos en una sitación realmente confusa, con un montón de fechas de carbono obtenidas con cuatro métodos diferentes y sin saber cuáles están equivocadas, pero, en mi opinión, las fechas recientes no se sostendrán de aquí a unos años», asegura.
Extraído de ABC

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