Moros y cristianos compartían costumbres y experiencias en el reino de Granada, según un estudio de la UGR sobre la vida cotidiana medieval.

Conocer la vida cotidiana de nuestros antepasados medievales es hoy una realidad gracias a la tarea que investigadores como los del grupo de José Rodríguez Molina de la Universidad de Granada desarrollan. Desde el grupo de Cultura Material y Mentalidades en Andalucía, Siglos XIII-XVI, se aborda la identificación y estudio de fuentes que aporten información sobre cualquier aspecto del día a día de los andaluces que vivieron en la Edad Media. Su labor muestra cuál era la realidad sociocultural de nuestros antepasados y sirve para desmitificar muchas creencias todavía arraigadas sobre la sociedad andaluza de la época.

“Durante muchos siglos se ha creído que en la época del Reino de Granada, la convivencia entre moros y cristianos era difícil, llena de conflictos, asperezas y envidias, pero no hay nada más lejos de la realidad. Con nuestro estudio hemos aprendido que la mayoría de las veces convivían en igualdad y compartían costumbres y experiencias”, afirma Rodríguez ejemplificando uno de los mitos que se han derruido con su trabajo: el caso de la convivencia entre religiones de la época.

Andalucía medieval.

Más de siete siglos después los andaluces hemos avanzado mucho en cuanto a calidad de vida y desarrollo tecnológico, pero aún tenemos mucho en común con aquellos antepasados medievales, sobre todo en los aspectos de alimentación. Compartimos el mismo gusto por las buenas carnes como la de cerdo, de vacuno, o conejo y por el pescado; y, por curioso que parezca, en la Andalucía medieval ya se conocía el turrón y se comían con normalidad buena parte de los dulces artesanos que todavía hoy distinguen la gastronomía andaluza.

Otros aspectos de la vida cotidiana sí son muy dispares a los de nuestra sociedad actual. La higiene era más complicada y descuidada en aquella época, entre otros motivos por la existencia de menos medios y hábitos con la limpieza personal. Algo parecido ocurre con el vestido, aunque en este sentido existen considerables diferencias entre las distintas clases sociales de la época. De este modo, la aristocracia y nobleza vestían lujosos y sofisticados trajes, mientras que las clases más pobres vestían sencillas ropas de fibras y tejidos básicos.

Los resultados están centrados en la Andalucía medieval, geográficamente muy diferente a la que conocemos hoy. En aquel momento, había una gran diferencia entre la Andalucía cristiana del valle del Guadalquivir y la árabe del reino de Granada. El grupo estudia principalmente la región del alto Guadalquivir (aproximadamente la actual provincia de Jaén) en la que han centrado buena parte de su investigación. Al mismo tiempo, han ahondado en aspectos culturales de la Andalucía medieval del Reino de Granada, que se corresponde con las actuales provincias de Almería, Granada y Málaga y, sobre todo, aspectos de la vida en la región de frontera.

Es reseñable la existencia de figuras sociales que denunciaban los abusos que se ejercían a veces desde los centros de poder, similares al actual defensor del pueblo. En su libro
El personero, defensor de la comunidad ciudadana, Rodríguez también presenta a este personaje cuya existencia demuestra cierto parecido con nuestra sociedad actual.

Todos estos datos se obtienen tras la lectura, comprobación y análisis de dichos documentos históricos, compra-ventas y actas capitulares. Las compra-ventas son registros en los que queda constancia de un pago o transacción, con lo que se puede inferir de ellos con qué se comerciaba, quién vendía y quién compraba. Ya en función de los productos en sí se deduce qué era lo que mayormente se consumía como alimento, qué tipo de productos se utilizaban para la ropa, etc.

Las actas capitulares son las actas que se escribían sobre las reuniones en los ayuntamientos de la época. En ellas, que no tienen intencionalidad histórica, queda constancia de los asuntos que se trataban en la gestión de los pueblos y ciudades donde se indican los principales conflictos existentes entre ciudadanos, las demandas administrativas y aquellos asuntos de importancia general.

“Es una tarea muy laboriosa puesto que hay que basarse en documentos que no tengan intencionalidad como las compra-ventas o las actas capitulares de los ayuntamientos, y para encontrarlas hay que desempolvar muchos documentos y realizar búsquedas muy dificultosas”, explica José Rodríguez. Dicho trabajo es imprescindible para conseguir encontrar datos que expliquen la realidad social de la forma más objetiva posible, que es una de las principales finalidades de la disciplina histórica.

Mentalidad y religión.

La religión tenía el mayor peso como formadora de la cultura y pensamiento de las personas en la época medieval. Con su trabajo, este grupo de investigadores de la UGR ha descubierto aspectos que demuestran cómo la mayoría de fenómenos de la vida cotidiana o la naturaleza eran explicados únicamente a través de la óptica religiosa. Un buen ejemplo de ello es el artículo publicado por el propio José Rodríguez sobre
Insecticidas en la época precientífica, donde se explican las técnicas para el tratamiento de plagas que eran utilizadas por los agricultores en la lucha contra los insectos que atacaban sus cultivos, principalmente apoyadas en rituales de rogativas, conjuros e incluso exorcismos.

El estudio de la mentalidad y cultura se apoya al mismo tiempo en el análisis de gran cantidad de documentos editados por la santa institución. Actas de iglesias, conventos y monasterios son examinadas para conocer más acerca de los comportamientos y vida en público. Con ello, queda constancia de la importancia que ritos como la confesión tenían sobre las personas y su educación, a la vez que para sustentar la supremacía de la iglesia en la época. Supremacía ideológica y económica, ya que “cuando una persona no accedía a confesarse, si superaba un determinado tiempo, se le multaba con sanciones económicas llegando incluso a la expropiación de buena parte de sus propiedades o incluso todos sus terrenos”.

Muy importante en este sentido fue también la gestión del miedo a la muerte que se llevó a cabo desde las doctrinas religiosas. Buena parte de los ingresos que conseguían los obtenían tras haber difundido la creencia de que ser enterrado cerca de un lugar sagrado (iglesia, monasterio, convento, etc.) garantizaba las puertas del cielo. Por ello, buena parte de aristócratas pagaban ingentes cantidades de dinero para poder ser enterrados y posteriormente, una considerable tasa anual. También condicionaban enormemente el imaginario colectivo ya que “algunos monjes inventaban rumores sobre apariciones de espíritus enfadados por que no se celebraban misas en su nombre y con ello, conseguían que se demandasen y pagasen nuevas misas a título póstumo”, detalla el historiador.

El trabajo desarrollado desde el grupo comenzó en el año 1972 y se mantiene hasta la fecha dados los importantes frutos que genera. Actualmente se sustenta mediante la financiación de la
Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, y ha recibido diferentes ayudas de varios ayuntamientos y otras entidades como la Diputación de Jaén. Dicha investigación se continúa desarrollando para mostrar con más detalle y objetividad el día a día de nuestros antepasados.
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Extraído de Andalucía Investiga

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