Los ArsMoriendi, manuales para la salvación

Una batalla por la Salvación del alma se libra en el cabecero de la cama, el moribundo debe rechazar las tentaciones a las que Satán le somete. Ayudado por su ángel guardián, y prevenido por los arsmoriendi, podrá evitar la condena

San Miguel lucha con un demonio por hacerse con el alma del moribundo (detalle)
En el siglo XV, tras un contexto marcado por las pestes, las guerras y otras penalidades, a las que se suma una mayor conciencia del ‘yo’, la idea de un Juicio Final tras la muerte, colectivo y apacible, que había de producirse con el segundo advenimiento de Cristo, pierde fuerza. La muerte se individualiza y el agonizante, ahora con libre arbitrio, se enfrenta a su destino en el mismo instante en que exhala su último suspiro. Para ayudaren ese trance se difunden los arsmoriendi; unos breves manuales ilustrados con consejos,que trataban de prevenir y reconfortar el espíritu del moribundo.

Estos demandados manuales, que en realidad eranla versión resumida de un tratado anónimo (el Tractatus o Speculum artis bene moriendi), que recogía la doctrina escatológica de la iglesia respecto al último momento en la vida del cristiano, advertían sobre las  tentaciones con las que Satán asaltaría al moribundo y daba las claves para superarlas. Se completaban explicando el protocolo que los familiares presentes y el sacerdote debían seguir durante el acompañamiento del enfermo.

El desahuciado está en el lecho, sabe que su final está cerca, la habitación empieza a llenarse de seres sobrenaturales que solo él puede ver. Las fuerzas del Bien a un lado; Dios Padre, Cristo, el Espíritu Santo, la Virgen María, San Juan Evangelista y distintos componentes de la corte celestial, al otro; Satán y sus demonios. Todo está dispuesto para que empiece el combate por el alma del moribundo.

San Miguel lucha con un demonio por hacerse con el alma del moribundo
Las tentaciones del diablo

La primera a la que debe resistirse, es la Incredulidad. Un demonio proclama que  el Infierno no existe y aconseja al enfermo la adoración a una divinidad pagana, mientras otro demonio le manipula para que se suicide. Al otro lado de la cama, presenciando la escena están; Dios Padre, Jesucristo y la Virgen María, temerosos de que el agonizante, en su debilidad, atente contra la Fe, primera virtud teologal. Para equilibrar la escena, un ángel reafirma en la fe al moribundo consiguiendo derrotar a los demonios.

La Desesperación es la segunda prueba a superar. Un diablo le muestra los pecados cometidos a lo largo de su vida; la infidelidad conyugal, la maldad hacia el prójimo, la poca caridad hacia el pobre, etc. El enfermo, al ver todas sus culpas desfilar se desespera pecando así contra la segunda virtud teologal; la Esperanza. El ángel, una vez más, vendrá en su ayuda recordándole la conversión de grandes pecadores, como San Pedro o la Magdalena.Una vez más los demonios salen huyendo al ser derrotados.

Es ahora el turno de la Impaciencia, el Maligno le hace notar los padecimientos inmerecidos a los que su cuerpo está siendo sometido, intenta así que el enfermo no soporte con paciencia su dolor y atente de esta manera contra el amor a Dios, esto es, contra la Caridad, la tercera virtud teologal. Pero el ángel, su aliado en esta batalla, lo reconforta, evocándole los martirios a los que numerosos santos fueron sometidos. Cristo, coronado de espinas, también se encuentra en esta escena, en el cabecero de su cama.

El cuarto pecado al que debe resistirse el enfermo es el de la Soberbia. Una corte de  diablos intentará que el moribundo se vanaglorie por los logros conseguidos, le ofrecen alabanzas y coronas,  pretenden que se relaje y se sienta confiado a conseguir la Salvación eterna. Afortunadamente para su alma, el ángel le recuerda la virtud de la humildad, mientras la Trinidad, la Virgen María y San Antonio, el eremita humilde, respiran aliviados.

No podía faltar el pecado de la Avaricia, la quinta tentación. La avaricia se entiende aquí como el apego desmedido hacia lo mundano.No solo los bienes materiales, sino también hacia los seres queridos.Tres demonios, alrededor del moribundo, le recuerdan todo aquello que ama y que está a punto de perder. Pero dos ángeles le consuelan mientras le apartan de la vista a sus seres amados y le recomiendan que se desprenda de lo material.

La batalla ha llegado a su fin. El fiel cristiano ha superado con éxito las tentaciones, su alma está salvada. El moribundo, ya sin fuerzas, sostiene un cirio encendido entre sus manos, ha llegado el momento de la expiración. Su alma inmortal– representada en forma de un niño desnudo- saldrá de su boca en ese último suspiro para ser recogida por unos ángeles.

Bibliografía

RUÍZ GARCÍA, E., El ArsMoriendi: una preparación para el tránsito. En las IX Jornadas Científicas sobre Documentación: la muerte y sus testimonios escritos. Madrid, UCM, 2011.

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Imagen| Wikipedia

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