Los días 'fantasma' de Gregorio XIII: del 5 al 15 de octubre de 1582, nada existió

En octubre de 1582, el mundo que había aceptado el calendario gregoriano se acostó el día 4 y se levantó 10 días después

Imagen del calendario de octubre de 1582.
Corridos 15 siglos, el error había crecido como la mala hierba, hasta tener una longitud de 10 días
Al cuatro no le siguió el cinco. En octubre de 1582, las matemáticas perdieron la lógica de las aulas y el mundo que había aceptado el calendario gregoriano se acostó el día 4 y se levantó 10 días después, sin comerlo ni beberlo.

No se firmaron tratados, nadie sopló velas y ningún barco surcó la mar. El sol no salió y tampoco se puso. Del 5 al 15 de octubre de 1582 no hay más hemeroteca que la fecha; no hay efemérides. De hecho, Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582 como mueren todas las personas, pero fue enterrada el día 10 del mismo mes y del mismo año, que era el día siguiente.

El 5 de octubre de 1582, Gregorio XIII terminaba de un plumazo con el calendario juliano instaurado por Julio César muchos años antes para dejar paso al suyo, al gregoriano. En realidad, la bula por la que el papa hizo público su arranque fue el 24 de febrero del mismo año. Inter Gravissimas, el documento papal, ordenaba «que se eliminen de octubre del año 1582 los diez días que van del tercero después de las nonas —el día cinco— hasta el día previo a los idus —día 14—, ambos incluidos».

Imagen de Gregorio XIII
De aquellos barros…

El romano algún error temporal tenía, pero no tan importante para que en la Roma del siglo V a.C. el mundo se echara las manos a la cabeza. Porque aunque parecidos, y aunque el calendario juliano y el gregoriano tengan 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos, el de Julio César redondeó el año a 365,25 días. Por eso nadie pensó que más valía prevenir y, corridos 15 siglos, el error creció como la mala hierba hasta tener la longitud de 10 días completos. Y de ahí estos lodos.

Así es que a Gregorio XIII no le quedó otra que hacer caso a sus asesores, Christopher Clavius, Ignazio Danti, Pedro Chacó y Luis Lilio, e intentar subsanar el error desde abajo. Por eso la creación de un nuevo calendario que le diese más importancia al segundero. Por eso, y por la celebración de la Pascua, cuyas galas se habían fijado en el Primer Concilio de Nicea, año 325. El problema era que el resto de fiestas religiosas se determinaban a partir de ella, así que se hacía necesaria la connivencia entre calendarios. Es decir, era necesario que el litúrgico no quedase al aire, y para eso, primero había que arreglar el civil.

De ese modo, en la Torre de los Vientos del Vaticano, el equipo del papa llegó a la conclusión de que el bisiesto debía ser repetido cada 4 años, menos el último de cada siglo que tuviese un número de centenas distinto a cuatro o a un múltiplo de cuatro. Todo porque la división del año de Lilio hacía que sobrasen 23 horas, 15 minutos y 46 segundos cada cuatro años, y algo había que hacer con los 45 minutos que se le debían.

Desparecieron. Aquellos diez días del 5 al 15 de octubre de 1582 se los llevó el viento, o la Pascua, o Gregorio XIII. Esos días nunca fueron, ni son, ni serán más que el motivo de su evanescencia.

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